Soy la sombra de una niña
perdida. Una mancha negra que se retuerce sobre sí misma intentando despegarse
de las paredes, de los adoquines mugrientos, o de las tapas de alcantarilla. El
reflejo burdo de algo que ya no existe, porque aquella chiquilla que se soltó
solo un momento de la mano de su madre desapareció hace más de veinte años. Yo
soy lo que queda de ella. Soy su sombra, pero también su cuerpo, demasiado
usado y transitado, no solo por sus raptores. De la niña, sin embargo, nunca
encontraron los restos.