Las señoritas Mc Morrison caminaban a paso ligero por la
acera casi desierta cuando un fotógrafo se cruzó en su camino. Olivia le
dirigió una breve mirada a la cámara. No imaginaba que su rostro amargado e
inquisidor quedaría eternamente encerrado en las dos dimensiones de un papel. Tampoco
podía suponer que su hermana Victoria planeaba guardar la fotografía, junto a
la de su hermano el cura y la de sus severos padres, dentro de un brillante camafeo,
con la intención de que pendiera oscilante entre sus pechos mientras se
balanceaba desnuda sobre su amante.
Este microrrelato participa en la propuesta de
Fotografía de Carl Størmer