Como todas las
mañanas, Clarisa alarga el brazo y tantea sobre la mesilla de noche buscando
sus robustas gafas de carey, pero no las encuentra. Ella siempre tan metódica y
para nada despistada, culpa de su desaparición a un robo. Se viste como puede
con sus habituales ropas sobrias y llega no sin tropiezos a la óptica, que por
fortuna está cerca. La atiende un muchacho muy atento que, siguiendo las
instrucciones que le han dado, alecciona a la joven sobre los últimos modelos
de lentillas y monturas. En el camino de regreso, Clarisa luce más que un
aspecto renovado y moderno: al fin se transparenta en sus ojos la luz de una
sonrisa. Al pasar por la floristería le obsequian rosas; el verdulero le ofrece
una cesta de frutas exóticas, cortesía de la casa; y en la tintorería se afanan
en devolverle, junto a su viejo abrigo, un sensual vestido de seda roja.
Radiante y satisfecha entra a retirar las fotos que encargó para su gato y el
apuesto fotógrafo —del que se sabe a voces que está enamorada— al fin la invita
a salir. Clarisa ignora que han sido sus vecinos —incluido el ratero del
barrio— quiénes han confabulado para que su historia de amor se hiciera
realidad.
Las sacerdotisas de Zeus auscultaban el porvenir escuchando los rumores que deja el viento en las hojas de roble. Con la misma intención escrutadora, los hombres han realizado todo género de fenómenos en la creencia de que podían anticipar los acontecimientos futuros: la órbita de los planetas, las entrañas de los animales, el vuelo de las aves, sus propios sueños...
ResponderEliminarSi los conspiradores no se equivocan, esta historia es una prueba de la ineptitud del hombre para adentrarse en las profundidades de su corazón y extraer de él la luz que iluminaría el camino. Que hasta cuando perseveramos en esa búsqueda interior, nuestro esfuerzo tropieza siempre con dificultades infranqueables - la conspiración de los demás - que parecen constituir el nudo mismo de la existencia. Se diría que la libertad humana es el reverso de la sabiduría y del conocimiento del amor y que, por ello, el destino humano ha de ostentar en todo momento una figura enigmática. En su corazón halla el hombre a la vez, como en un capcioso y engañoso jeroglífico, el misterio y la clave. Poco importa entonces hacia donde se dirija la mirada con tal de que se mire...
La búsqueda resulta aquí más significativa que el hallazgo, pues los conspiradores saben que es suficiente con buscar para que se abra de alguna manera el camino...
Celebro tu vuelta.
Un abrazo fuerte.
Y yo celebro tu comentario, todo un tratado sobre como las conspiraciones de los demás pueden afectar a nuestro destino. Nada es casual, y aunque parezca que una ayudita externa puede medrar nuestro propio esfuerzo por mejorar, a veces simplemente está ahí porque nos la merecemos :-)
EliminarUn abrazo.
Estoy segura de haber leído este precioso micro. Dónde, Sara?
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Seguramente lo leíste en Minificciones en Cadena, pero aquí lo presento sin la limitación de la frase de inicio y prácticamente reescrito. La historia lo merecía :-)
EliminarUn abrazo.
Sin dudas que sí.
EliminarEnhorabuena por esta reescritura!
Una conspiración así es impensable hoy día, que cada cual va a lo suyo.
ResponderEliminarMagnífico micro, Sara.
Un beso.
Las conspiraciones deberían de ser siempre positivas :-)
EliminarGracias, MJ. Un abrazo.
¡Qué bonito, Sara! Es una historia llena de ternura y solidaridad hacia Clarisa. He pasado un rato delicioso.
ResponderEliminarBesitos
Gracias, Elysa. Es un cuento con una historia simple y tierna, como dices. De los que a veces apetece escribir.
EliminarUn abrazo.
Confabularse para provocar la felicidad, que bonito :))
ResponderEliminarBesazos enormes
Hacer feliz a alguien por un día... luego dependerá de ella que esa felicidad perdure.
EliminarMe alegra tu visita, Dani. Un abrazo.
Y quizás esa haya sido la mayor de sus pesadillas -téngase en cuenta que muchas veces los deseos cumplidos lo son-, el problema de los conspiradores es que nunca preguntan.
ResponderEliminarBueno, no sólo de los conspiradores.
Me encantó la ternura en la prosa.
Abrazos.
Luego se encontrará con que ha dejado de ser ella misma para gustar a los demás y se bajará de la carroza. ¿El fotógrafo la querrá igual cuando no vaya vestida de princesa?
EliminarUn abrazo.
Bueno, estas conspiraciones se dan en la mente de una artista, pues en la vida real -lamentablemente- no se constatan.
ResponderEliminarMe pareció muy cálido, un texto para taparse en estas noches otoñales del hemisferio sur.
Un beso.
HD
Y no sé por qué no se constatan. Hacer feliz a los demás da mucha satisfacción. Los actos buenos son como un boomerang, siempre vuelven a ti de algún modo.
EliminarUn abrazo.
Hermosa conspiración!! Gracias, Sara, me dibujaste una sonrisa, incluso escuché la música de la calle y percibí el aroma de las flores.
ResponderEliminarNo estropeemos el relato e imaginemos que la cita sale maravillosamente bien, dejemos este universo intacto ;))
Besos!
Sí, imaginemos que ese amor dura para siempre :-)
EliminarUn fuerte abrazo.
Con esa vecindad no habría problema en presentarse como presidente de la comunidad, es más no lo necesitarían :)
ResponderEliminar¡Cuanto nos queda por aprender!
Un beso comunitario Sara
Nos queda mucho por aprender. Esta es una vecindad utópica :-)
EliminarBesos.
Preciosa historia de amores que he leído como un buen soplo de optimismo.
ResponderEliminarUn beso
Optimismo es lo que hace falta. Como dice mi tía: "El no ya lo tenemos, hay que ir siempre a por el sí".
EliminarBesos.
Preciosa conspiración, tan romántica! Me encantó tu relato, tanto el otro con la frasecita de inicio, como éste.
ResponderEliminarHola Aurora. Aunque el cuento surgió gracias a esa frase de inicio, luego me pareció que era lo único que no me funcionaba del texto...
EliminarGracias por tu comentario.
Un abrazo.
Si lo lee mi mujer que se dedica a vender gafas se sentirá toda una protagonista de novela romántica.
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