Con este microrrelato participo en enero en el IV Certamen de Relato Corto
El tema del mes es: Tras su rastro por la nieve...
Podéis leerlo publicado aquí.
Encerrados
Tomas
carrera y das una fuerte patada a la
puerta, pero no se abre. No con esas pantuflas. Si al menos llevases botas, te
quejas. Golpeas hasta que tus puños gélidos enrojecen y sangran. Gritas otra
vez pero ella no atiende a razones. Te ha echado fuera de la casa con prisas y
sin ninguna explicación, abandonándote al albur de ese inmenso paraje helado.
Necesitarás aún unos minutos para dejar de patalear y aceptar tu situación. Es
la única cabaña en kilómetros, recuerdas, y temes por tu vida. La luna entonces
aparece redonda y luminosa entre los pinos nevados y decides empezar a andar.
Te ajustas bien la bata de franela, metes las manos en los bolsillos y te
adentras en aquella espesura blanca tiritando de frío. Lágrimas de impotencia
se cristalizan en tus mejillas. Tienes miedo de no sobrevivir a la intemperie,
y de los lobos que según dicen merodean por el bosque. Lloras porque a esa
mujer nada le importas. Pero no sabes que en esos momentos ella aúlla y se retuerce
encerrada en la leñera de hierro —que ha improvisado de jaula— para no hacer a
nadie daño, para que no veas en qué se convierte.
Ilustración para el concurso realizada por
Hay veces que debes alejarnos porque queremos demasiado y no queremos hacer daño, claro que se debe ser valiente para eso.
ResponderEliminarMuy bueno!!! Toda la suerte!!!
Cariños....
A veces el amor significa renuncia. Y como dices, hay que ser muy valiente para ello.
EliminarUn abrazo, Oriana.
Me paso por allí entonces.
ResponderEliminarUn saludo Sara.
Gracias Alfonso por pasar.
EliminarUn abrazo.
Allá te comento.
ResponderEliminarGracias por comentar allí, Miguel Ángel.
EliminarUn saludo.
Aislarse ante el miedo del propio poder para herir. Con o sin licantropía. Me gusta cómo lo envuelves de una manera tierna y dulce.
ResponderEliminarUn abrazo
Lo has definido muy bien, Albada. Y uno no sabe hasta cuánto puede llegar el amor del otro, que quizás es fuerte y maduro para comprender y aceptar esa parte de nosotros que nos duele.
EliminarUn abrazo.
Te acabo de dejar mi comentario, y decirte que cómo lo has narrado me ha gustado muchísimo. ¡Gran ambientación Sara!
ResponderEliminarUn precioso texto.
Besos de Laura.