Volví
a visitarla tras años de separación. Sonrió ampliamente al verme, y me dejó
pasar. Los ojos le brillaban como dos estrellas muertas. Los dientes, antes dos
hileras de fanales en la boca, ahora eran apenas unas pocas farolas
herrumbradas. La oscuridad más negra había invadido su hogar, no solo su cuerpo
hablaba de descuido. Las cortinas tenían ese color parduzco de los ceniceros y
la luz de la tarde no parecía reflejarse en las paredes con la intensidad de
antaño. Entonces una repentina certeza invalidó mi anterior apreciación. Me
quité las gafas tintadas.
Inesperado y divertido final.
ResponderEliminarGracias, Miguel Ángel.
EliminarUn abrazo.
Has buscado el contraste con ese final en clave de humor que sin embargo no empaña la descripción de la decadencia que nos muestras durante los párrafos anteriores. Muy acertada, por cierto.
ResponderEliminarHola, Fernando. Gracias por la visita. Dicen que percibimos la realidad "dependiendo del cristal con que se mire". Y a veces vemos todo negro, y no justamente por llevar gafas oscuras :-)
EliminarUn abrazo.
Jaja. Cómo me ha liberado el desenlace. Una excelente ambientación para un final lleno de humor y naturalidad.
ResponderEliminarME GUSTA.
Un abrazoooo, Sara
Había que relativizar un poco esa oscuridad. Que tal vez está en el protagonista y que la proyecta en los demás :-)
EliminarUn abrazo.
Muy bueno!!!
ResponderEliminar¡Gracias, Maruja! Un saludo.
EliminarTodo depende del cristal con que se mire. Muy bueno Sara,
ResponderEliminarNo me cuadraba ese ojo tan azul con lo que me estabas contando, no "casaba". Me gustó saber, llegando al final inesperado, que en parte estaba en lo cierto.
ResponderEliminarJa ja ja. Siempre tienes una mirada especial Sara, tanto cuando escribes como cuando dibujas.
ResponderEliminarUn abrazo.
...una repentina certeza invalidó mi anterior apreciación. Qué frase tan logrado para resolver el misterio con toda naturalidad. Me ha gustado, Sara. Beso!
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