Ella se había enamorado de su
instrumento. Se sentaba con él entre las piernas y lo apretaba contra su pecho,
para luego tocarlo despacio o con ávida furia. Él respondía con voz grave y
melodiosa, emitiendo notas que la envolvían de placer. Los límites entre sus
cuerpos desaparecían, se fundían en una única caja de resonancia...
Doscientos años después, el instrumento
llegó a manos de un coleccionista solitario, atraído por la leyenda de “El violonchelo con alma de mujer”.
Estamos hechos de música... y por eso cuando tocamos un instrumento con la pasión de la protagonista se diluyen los límites entre el instrumento y nuestro cuerpo.
ResponderEliminarGenial la ilustración.
Un abrazo
Hola a tod@s, dejo aquí una nota para invitaros a participar en la selección de los mejores blogs especializados en el género del microrrelato. Las votaciones se llevarán a cabo en mi blog hasta el próximo 20 de junio 2012. Y los resultados se publicarán el 21, Día Internacional del Microrrelato.
ResponderEliminarUn cordial saludo,
PABLO GONZ
"Un coleccionista solitario". Qué personaje tan triste nos has dibujado, de un solo trazo, a mano alzada (con mano maestra).
ResponderEliminarCasi da pena que se quede con el violonchelo... Sería un desperdicio inerte, en su colección.
Aunque su contacto, tal vez... le pueda cambiar la vida. ¡Es lo que tienen las leyendas!
Un abrazo.
Me fascinan tus trazos Sara tan etéreos como la música que desprende tu texto.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Una caja de resonancia es tu ilustración y tus palabras en este relato
ResponderEliminarBesicos
Sara, según dicen, y puede que todo empiece por este relato, que un buen músico debe compenetrarse de tal modo con su instrumento que pueda confundirse como parte de su cuerpo.
ResponderEliminarMuy original.
Besos.
Tres días más tarde estaba expuesto, entre una muchedumbre muda y sollozante de instrumentos, cuyas cadencias musicales se desvanecieron para siempre, entre dos violines Stradivarius... Y el gran canto de la muerte de Iseo flotó en torno a sus oídos...
ResponderEliminarLos instrumentos llegan a ser parte de nosotros y nosotros de ellos; es verdad que nos fundimos en uno solo...
ResponderEliminarExcelente relato, Sara.
Un abrazo musical ( o dos).
Hermosa ilustración y hermoso relato, qué bonito ese final de la leyenda de ese instrumento con alma de mujer, hasta qué extremo llegaron a fundirse.
ResponderEliminarUn abrazo desde mi mar,
Gracias por vuestros comentarios. Me alegra que os haya gustado este "violonchelo con alma de mujer".
ResponderEliminarAbrazos.
Sara a mí me parece que es el comienzo de un texto más largo. El final queda abierto con ese coleccionista solitario que se hace con el instrumento. Tienes que continuar la historia, que me he quedado con ganas de más. La ilustración, maravillosa. Un beso.
ResponderEliminarO sea, que en tiempos de ella, se sabía de esa comunión de los dos (el amor nunca tuvo limites limites,)porque de allí viene esa fama, ¿no? El coleccionista, así, atesora una verdad. Ah, qué bueno...
ResponderEliminarAbrazos, Sara.
Preciosa historia Sara y hermosa ilustración. Creo que en estos tiempos tan prácticos es bueno y conveniente mostrar estas leyendas llenas de misterio y romanticismo. Un abrazo.
ResponderEliminarErotismo puro.
ResponderEliminarMe ha traído a la memoria una escena memorable entre Jack Nicolson y Susan Sarandon en "las brujas de Eastwick"
Besos
El violonchelo tiene una voz preciosa, yo también me haría una con él si supiera tocarlo.
ResponderEliminarPreciosa historia
Abrazos
Era más bien un "Violadonchelo". Hermoso y erótico.
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