Mi vecino Ernesto mató a mi
gato de manera atroz. Desde ese momento supe que mis sentimientos hacia él eran
correspondidos. La venganza, por mi parte, no se hizo esperar: poco tardó en
desaparecer su caniche. Lo curioso es que en el edificio pensaban que nos
llevábamos bien. Como si vivir pegados tabique con tabique significara darse
besos esquimales todo el día.
Solo Jacinto, el portero,
sospechaba el odio que nos profesábamos; yo creo que por las miradas furibundas
que acompañaban a nuestros saludos. Debíamos aparentar, ya que la cordialidad
entre vecinos era una norma establecida en el estatuto de la Comunidad, y de
obligado cumplimiento.
Lo peor llegó cuando ambos
nos quedamos sin trabajo: todo el día en casa y sin otra ocupación que
fastidiarnos. Que si su cisterna a las cuatro de la mañana, que si mi lavadora
a las cinco. Y mientras los demás vecinos del primero se pedían con amabilidad
una tacita de azúcar o un vaso de arroz para paliar juntos la crisis, Ernesto
se colaba en mi apartamento por el balcón y me vaciaba la nevera. Claro que,
previamente, yo le había hecho lo mismo.
Una mañana, al salir de la
ducha, lo pillé in fraganti en mi
habitación poniendo trampas para ratones dentro de los cajones de la cómoda.
¡Nunca lo creí capaz de semejante ojeriza! Del susto se cayó la toalla que
me cubría. Mis gritos alertaron al portero, que enseguida acudió
a ver qué pasaba. Ernesto y yo nos miramos —él a mí minuciosamente—, y con un
guiño cómplice acordamos seguir simulando cordialidad. Jacinto, viéndose
atrapado en esa incómoda circunstancia, no dudó en salir de allí corriendo.
Así comenzó nuestra cruel
relación.
Con este relato tenía la
intención de participar en “Historias de portería”
de “La Esfera Cultural”,
pero he llegado tarde a la convocatoria, que ya está cerrada.
De todas maneras os lo dejo para que lo disfrutéis.
Extraña relación. La amistad se manifiesta de diferentes maneras..
ResponderEliminarMuy bueno tu relato
Un abrazo
Qué lástima, Sara. La historia es divertida y cruel a partes iguales, no sé pero esto me recuerda aquello de: del amor al odio solo hay un paso.
ResponderEliminarBesitos
Para fastidiar al vecino, el hombre vulgar recurre únicamente a los pequeños detalles, pero hay excepciones...
ResponderEliminarMuy bueno, Sara.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSe nos va el tiempo y no llegamos. Lo siento Sara es una pena. Pero me alegra que lo compartas con nosotros.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Una relación singular. Ni contigo ni sin ti. Una forma cruel, enfermiza de pasar el tiempo.
ResponderEliminarSara, una pena que no lo hayas enviado. Hay relaciones que matan y relatos que enriquecen y diversifican.
Un beso, todavía muy calurosoooo.
Siento decirte que Ernesto está entre tu piso y el mío. Que le he visto pasar a tu casa y que no puedo cruzarme con él en la escalera, porque vosotros estáis en el nº 3 y yo en el 5 de la calle Agobio.
ResponderEliminarLamento comunicarte que su esposa es muy ladina y con peor entrañas que él, y que ella, casi puedo afirmarlo, es quien coge la ropa que te cae al patio de luces y que dejan en la escalera para que el dueño la recoja. Esas piezas pequeñas que nunca llegas a recuperar.
Me gustó tanto que, como ves, ne animaba a echar fuego. Es broma. Un abrazo
Ays si es que no se llega a todo. Una pena que no participe este micro, le daría más fuerza al certamen.
ResponderEliminarMe gusto. Al final de todo se necesitan, jeje
Un saludo indio
Mitakuye oyasin
¡Vaya par! Dios los crea y ellos se juntan.
ResponderEliminarMuy bueno, Sara.
Un beso.
Me ha gustado mucho Sara. Sobre todo el final que, a veces, es el comienzo, extraño, de otras cosas, como en este caso. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Qué pena que no haya llegado a tiempo, Sara!. Es una clarísima historia que suele ocurrir en las comunidades. Conozco una en la que se pinchaban, el uno al otro, las ruedas de la bicicleta, sólo por fastidiarse. Entre el amor y el odio ... hay una fina línea ...¡finísima diría yo!.
ResponderEliminarBesos querida. Sin duda : hubiese estado seleccionado. Gracias por compartirlo con todos nosotros. Por mi parte : pegaré en mi libro el tuyo, para que perdure en el tiempo. ;)
¿Del odio al amor también hay un solo paso? Para ellos el que cuesta atravesar un tabique.
ResponderEliminarHabría estado muy bien compartir contigo las páginas del libro que, seguro, publica La Esfera con todos los relatos.
Un beso
Es estupendo.
ResponderEliminarPues que pena, Sara, porque está muy bien tejido. Me gusta lo de mantener las normas por fuera y, sobre todo, decidir al final no mantenerlas por dentro, para seguir manteniendólas por fuera. Anda que no me explico bien ni na, recién descansao...
ResponderEliminarLo dicho, compa, una pena.
Abrazos recien hechos.
Muchas gracias por vuestros comentarios.
ResponderEliminarEstaba tan liada (y lo sigo estando a pesar de las vacaciones) que cuando, por fin, tuve un tiempo para escribir el texto para el certamen, ya había cerrado la convocatoria.
Aun así, me alegra que os haya gustado. Y agradezco a La Esfera Cultural por plantearnos iniciativas para seguir escribiendo.
Abrazos.
Hola Sara. Hoy encontré tu blog por casualidad, tras decidir crear uno mío de microrrelatos. Soy nueva en este género, por así decirlo, pero me ha llamado mucho la atención. He leído unos cuantos tuyos y me han gustado.
ResponderEliminar¿Has publicado algún libro?
Aquí esta también el acceso a mi blog, por si algún día quieres ojearlo.
Un saludo.
Los buenos enfrentamientos producen relaciones que pueden ir más allá de un simple odio cordial.
ResponderEliminarMuy agradable de leer. Un saludo.