Ella parecía despierta, pero
no lo estaba. Sus ojos abiertos se perdían en el abismo inconmensurable de los
sueños, ajenos a mi mirada escrutadora. Había momentos en que podía sentir el
roce de sus cabellos castaños, que parecían ondular sobre la almohada. Las
sábanas blancas, que apenas arropaban su cuerpo, dejaban entrever la suave
curva de su vientre, tan abultado entonces, cuando nuestra pequeña Lucy estaba
adentro… Ensimismado continué contemplándola hasta que oí a mi lado a una joven
repetir con insistencia: “Esta tampoco es mamá. Ven, vamos a ver otro cuadro”.
Muy bueno. Esa tampoco....
ResponderEliminarUn abrazo