Ellos
dormitan enterrados en las profundidades de un volcán, en los hielos perpetuos
de los polos o incluso en el interior de una pastilla seca de acuarela, hasta
que el fuego de la vida los invade como un río de lava, un alud de nieve derretida
o un torrente de color que se desborda sobre el papel, y los inmortaliza.
Inspirado en este vídeo de Dvein.
Podéis verlo aquí.
Este texto participa en los Viernes creativos,
de Escribe fino, el blog de Fernando Vicente.
El vídeo es expectacular, igual que tu micro. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarBesicos muchos.
El vídeo tiene unas imágenes increíbles, es verdad.
ResponderEliminarGracias, Nani. Me alegra que te el micro :-)
Un abrazo.
Es muy potente Sara, como las imágenes.
ResponderEliminarSaludos.
Las palabras solo se contagian de las imágenes, Miguel.
EliminarUn abrazo.
Ser inmortal es morir muchas veces.
ResponderEliminarMe gustó.
Un abrazo.
Es verdad, para mí la inmortalidad es más algo muere y luego renace y no tanto algo que no puede morir.
EliminarUna alegría verte por aquí, CDG.
Un abrazo.
Fíjate que yo vi más muerte que vida en el vídeo. Muy lírico tu texto.
ResponderEliminarMuerte y vida, tan unidos están...
EliminarUn abrazo, Miguel Ángel.
Eres capaz de hacer volar las palabras y dejarlas caer suavemente como ese volcán del que hablas.
ResponderEliminarSaludos
Gracias, Nel, por tan hermosas palabras.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ese " alud de nieve derretida o un torrente de color que se desborda sobre el papel, y los inmortaliza.", tal vez sea la sangre que late, bajo la piel, como una lava derretida.
ResponderEliminarUn abrazo.