Soy la sombra de una niña
perdida. Una mancha negra que se retuerce sobre sí misma intentando despegarse
de las paredes, de los adoquines mugrientos, o de las tapas de alcantarilla. El
reflejo burdo de algo que ya no existe, porque aquella chiquilla que se soltó
solo un momento de la mano de su madre desapareció hace más de veinte años. Yo
soy lo que queda de ella. Soy su sombra, pero también su cuerpo, demasiado
usado y transitado, no solo por sus raptores. De la niña, sin embargo, nunca
encontraron los restos.
Muy inquietante. La niña secuestrada no se fue del todo, en tanto que su sombra vigila la esquina, tal vez la misma de donde desapareció.
ResponderEliminarUn abrazo grande y feliz día de la mujer
Esa niña creció, consciente de que su destino habría sido completamente diferente si no se hubiera soltado de la mano de su madre.
EliminarGracias Albada por comentar. Y feliz día de la mujer también para ti.
Triste, enigmático ( o yo que no soy demasiado inteligente)... pero muy bien escrito.
ResponderEliminarEs muy triste, es verdad. Si el texto es demasiado enigmático, entonces el problema está en el escritor, no en el lector jaja.
EliminarComo siempre, gracias por pasar, Miguel Ángel.
Un saludo.
No necesariamente, el enigma no tiene nada de malo, dejar suspendido en la duda es otra emoción.
EliminarSara. Me conmovió tu relato porque me pasó algo parecido con mi hija menor en una playa muy concurrida de mi ciudad, Rosario. Por suerte ante el griterío de la gente la mujer que se la llevaba le soltó la mano. Tendría tres o cuatro años, cuando la encuentro, pálido y sudoroso me dice muy oronda ¿Qué paso papá, te perdiste? Casi me infarto. Abrazo y me pareció de esos micros que se viven.
ResponderEliminarDebió de ser tremendamente angustioso; con los niños pequeños hay que tener mil ojos. Es terrible pensar en el destino que les espera a esos niños sin sus padres, con otras personas que no los aman.
EliminarGracias Eduardo por tu comentario. Un saludo.