Elsa
puede volar. Por el momento solo lo hace con la imaginación, aunque entrena
todo el día para conseguir que también su cuerpo flote en el aire.
Y va progresando. Esta
mañana ha logrado que sus pies se levanten un palmo del suelo tras agitar las
alas de gasa adosadas a su espalda. Tendríais que haberla visto con sus trenzas
al viento, la carita oronda, los ojillos como dos ranuras de alcancía
atesorando toda la felicidad del mundo. “¡Eh, ladrona, que no nos dejas nada!” le
gritaba la gente mientras ella, sin dejar de sonreír, rozaba con sus manos las
nubes.