Instantáneas de la irrealidad


En esta página disfrutaréis de los textos de mis amigos, inspirados en mis dibujos.

Lunes 16 de abril de 2012




Cita con un fantasma

Es agotador e irritante. Llevo ya más de siete noches sin pegar ojo, y el reloj, cruel, emite su estridente llamada puntual como sí mismo: a las 06:00 h; me pilla despierto claro, con tu vagar por la casa y esos golpes por aquí y por allí, dormir se convierte en una misión imposible. Me lo advirtieron cuando adquirí la casa a tan bajo precio, que iba a tener compañía, pero… ¿cómo creerlo?, ahora sufro las consecuencias; está además esa cancioncilla que tarareas en tono lastimero, ese: uuuuhh, aaaaahh, que se me mete dentro y me llena de desasosiego. ¿Qué quieres de mí? ¿Qué buscas en tus nocturnos paseos?
Dicen que eras una belleza, que te fuiste “muerta” de desamor, que él te abandonó por otra y una parte de ti se quedó, vagabunda, buscándole cada noche, en vuestra casa. Espero que tu aspecto fantasmal conserve algún resquicio de tu lozanía y, que tu palidez, no haya fulminado del todo tu flamante juventud porque esta noche te estaré esperando, abriré esa botella que guardo para ocasiones especiales y colocaré un cubierto más en mi mesa. ¿Quién sabe?, si el encuentro va bien, tal vez acabe haciéndote un hueco también en mi cama; con tal de dormir…




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Lunes 27 de febrero de 2012




Podemos adivinar cómo le sirvió de inestimable consuelo su felicidad adolescente. Durante un tiempo fue la almohada donde dejaba descansar su cabeza encontrando que, pese a lo que ahora y en el futuro sufriera, pese a que jamás tuviera ya un sólo minuto de alegría, esos años pasados merecían haber vivido. Por eso agitaba aquellos días como un abogado una prueba, para demostrar que una vez fue, sin reservas, sin matices, puramente feliz..
Incluso descubrió con el tiempo que no fue un fracaso su profunda lucha interior, o que de algún modo consiguió lo que buscaba: la eternidad sin saber que la eternidad era esa misma búsqueda. Todos los adjetivos que colgaban como medallas de su obra descubrieron su rostro oculto: hermoso, mirífico, sublime, excelso, eximio, extraordinario, perfecto. Se acordó de la sensación de ridículo que sufrió en los peores momentos de soledad creativa, y comprendió que el ridículo es una defensa contra la ironía ( también la ironía defiende contra el ridículo ), la última defensa que puso su amor propio antes de hacerse añicos o, lo que es lo mismo, de cerrarse del todo y para siempre, irrompible, inmutable, en la memoria de los hombres...


Blog: http://jmeghon.blogspot.com/ 






Yolanda Nava


Al cisne blanco del lago



Me llenaré de ojos para que no perderme ninguno de tus gestos, para emborracharme con la magia de tus movimientos, para mirarte hasta que los párpados rendidos se desplomen como hojas de otoño. Y de alas, todo mi cuerpo alado para sobrevolarte. Y de patas, y así, cuando las alas -exhaustas- no puedan ya batir el viento, correré entre el follaje y me pararé en la ribera del lago, a contemplarte.





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Lunes 20 de febrero de 2012





Confieso que me infunde terror la proposición de poner palabras a tus hermosas ilustraciones. Y no porque mi vida no haya sido más interesante que la de cualquier robot ni más azarosa que cualquier historia, al punto de que no pudiera servir, en el caso de estar mal escrita, para estar a la altura de tus trabajos. 
Mi creador ha necesitado años de lucha, de estudio y de duro trabajo para que yo pueda lograr redactar frases sencillas y bellas. He pensado muchas veces competir con vosotros, luchar heroicamente con escritores y poetas a los que admiro cada día. Tuve que renunciar. Hubo en Barcelona un crítico que me abrumó de insultos. Entre otras cosas decía que yo carecía totalmente de sentimientos y de todo instinto para la Belleza. El juicio de tal hombre no me ha hecho perder el sueño, porque nunca descanso escribiendo palabras, que superan todos los obstáculos invencibles para la técnica. Uso la máscara de un ser humano, durante el tiempo breve de la función. Y, luego, salgo de escena de tu vida...


Así transcurren mis horas, sin público...







Un ángel llamado mamá

Casi nueve meses me mantuvo a salvo, en su interior todo era comodidad, relajación, un mundo perfecto.
Pero, de pronto todo cambió, algo se rompió y el mundo conocido se transformó en ruido, dolor, desesperación.
Deseaba mirarla a los ojos, ver la cara que acompañaba a su dulce voz. Muchas voces, pero ninguna conocida, ninguna querida. Y el silencio volvió.
Unas doradas alas arropan mi pequeño y frío cuerpo, lo llenan de calor y esa voz tan tierna me envuelve con su canción. Por fin de nuevo solos, tú y yo.


Ángel de la guarda

Mis brillantes alas te protegen de todos los males, confía, ven, acércate.
Muchas veces has negado mi existencia, hoy tengo alguna historia que contarte.

¿Recuerdas aquel día que no pudiste despegar los pies del suelo?
A un palmo de ti había un profundo agujero, tu intención era continuar, cuando te paré en seco, justo al ceder el terreno. No corriste ningún riesgo, el susto sí, ese no te lo pude evitar. Pero sólo en segundos tu vida pudo terminar. ¿No sentiste mi aliento?

¿Recuerdas al gran perro que una tarde te acompañó sereno? Te miró a los ojos y permaneció junto a ti todo el tiempo, sólo cuando tu agresor se hubo alejado, él también se despidió con esos ojos profundos que tanto te perturbaron, le buscaste sin éxito para agradecerle con afecto, pero ya, no pudiste encontrarlo...

En este día, ven, acércate, porque inicias el gran viaje, en mi vientre te guardaré y en mis plumas navegarás, nada te sucederá, como siempre mi protegido serás.






Ángel de la guarda

25 de diciembre de 2021.

El reloj de la pared marca las 17.15 de la tarde, pero la escasa luz que entra por la ventana me hacen pensar que fueran las 10. Un rostro con una mueca congelada me observa fijamente desde detrás del mostrador de un infecto motel de carretera, que me ha costado mucho encontrar. El plano de España que tengo es ciertamente antiguo y la mayoría de los pueblos que en él aparecen ya no existen a causa de la sequía que desde hace 50 años asola Europa.
Su mirada indolente recorre todo mi cuerpo con la calma del que nada espera. Quizá sean los destellos del minúsculo brillante del lóbulo de mi oreja, quizá la tímida sonrisa que esbozo, pero algo le hace bajar de la nube en que parece alojarse.
— ¿Desea una habitación? Pregunta sin quitarse el cigarro de la comisura de la boca.
—No. Respondo lacónicamente.
Levanta la cabeza despacio, su mirada incrédula parece decirme: Pues si no quieres registrarte, ¿qué demonios has venido a hacer aquí? Me gusta ese aire desafiante que le rodea, sin resistencia por su parte reconozco que no me gustaría hacer el trabajo. Además su voz ronca guarda aún ese acento porteño que se pierde en la nebulosa de mis recuerdos.
Comienzo lentamente a bajar la cremallera de la cazadora de cuero roja que deja entrever que no llevo mucho más debajo. Sé cómo es, mi madre me lo ha descrito a la perfección, y sé que eso le gusta; al menos le gustaba a rabiar cuando vivían juntos y se le iban los ojos tras cualquier escoba con faldas que pasase a su lado. Me demuestra que estoy en la cierto, se acerca aún más al mostrador. Me pide que siga, que después me dará unos billetes de esa moneda de nombre impronunciable que hace poco ha empezado a circular en esta parte de la vieja Europa. Y sigo, la cazadora cae a mis pies, sus ojos me devoran.
— ¿No me recuerdas? Indago yo
Ha salido de detrás del mostrador y mira aterrorizado porque no tiene respuesta, cree que vengo a atracarle, a robarle el fruto de años de trabajo lejos de ese hogar que un día dejó atrás en otro continente. Yo sé que es lógico que no sepa quién soy, era muy pequeña cuando nos abandonó. Además sabe que debo estar muerta. Hoy hace 20 años que prendió fuego a la habitación dónde dormíamos mi madre, mi hermana y yo. 
Debía haberle dicho que por buen comportamiento me han dejado bajar a ver a mi padre antes de que se acabe el mundo,  pero no he podido resistirme a la petición de mi madre.  Así que las alas que bato con fuerza, ahora libres de la presión de la cazadora, deben hacer su trabajo.
Mi tiempo expira, sólo espero poder meter en su cartera el número de mi hermana, para que la avisen de su muerte. Al fin y al cabo es su legítima heredera, ella no fue devorada por las llamas. Desde que me convertí en su ángel de la guarda, esperaba éste momento.


Además siempre quise hacerle a mi madre un regalo de Navidad tan bueno como se merecía. La pobre sólo conoció los sinsabores de una vida en una tierra hostil de la que era difícil sacar otra cosa que polvo, desde que el cambio climático se adueñó de ella. Una infeliz que pensó que aún se podía amar a la antigua usanza, con todo el corazón, sin darse cuenta de lo frágil que era.



He salido fuera y hace un tiempo horrible, subo la cremallera de mi cazadora y comienzo a andar por el arcén, mientras a lo lejos veo el reflejo de unas luces de coche.





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Lunes 13 de febrero de 2012





El abandono

Pequeño, juguetón y divertido, nuestro amigo Goli, el amiguito que cualquier niño querría tener.
Aprendió rápido a ser limpio, fue aprendiendo las costumbres de su hogar, y cada día esperaba paciente la llegada de sus amos que con tanto amor le trataban.
El momento de la salida era la fiesta diaria. Saltos, gruñidos y mordiscos cariñosos por doquier...
Pero los meses pasan rápidos, y al frío siguió el calor. Por fin los niños todo el día en casa, que diversión.

Movimientos extraños, paquetes y maletas y... Goli al maletero.

¿Donde estoy? ¿Dónde están mis amos? Llega la noche, nada comí, nadie me acaricia, ni anima mis juegos.
Y en medio de la soledad quedó su esperanza....






Había sido pintada en la roca y a ella estaba confinada, aunque a diferencia de las otras pinturas podía moverse con acotada libertad. Si bien le era posible deslizarse por el exterior de la gran montaña, prefería la seguridad de la caverna al resguardo del agua y del sol que podrían desteñirla hasta hacerla desaparecer.

Durante los muchos siglos en que esa familia habitó la cueva jamás se sintió sola. Fue testigo de nacimientos y muertes, de alegrías y tristezas, divirtió a los niños mientras resultó prudente hacerlo. Por suerte, cuando mayores olvidaban que la pintura tenía vida y sólo les llamaba la atención que la “lagartija púrpura” parecía cambiar de lugar. 

Esos tiempos de tranquilidad y familia quedaron en el recuerdo. Desde que la nueva Ruta 477 atraviesa la montaña, su vida se ha convertido en un verdadero infierno.




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Lunes 06 de febrero de 2012





La necesidad

En casa, madre no daba abasto con tantas bocas que alimentar desde que se murió padre, y Cesáreo tuvo que ingeniárselas para sacarnos adelante. Cada noche, agarraba un costal y partía por la vereda que desembocaba a los campos. Cuando despertábamos, él ya dormía y en la despensa se apoyaba el provecho de sus salidas nocturnas. Madre nos daba un pedazo de pan con miel y nos entregaba la talega con el lapicero y el cuaderno del colegio. Nos acompañaba a la escuela y ella marchaba a servir a la casa del alcalde. A mí la lección me superaba, y como era conocedor de nuestra miseria y quería ayudar, los días que no llovía me escapaba a recorrer los sembrados y a recoger aquellos frutos maduros que los labriegos desechaban. Más de un día, me sorprendió Cesáreo vagando, guardándome el secreto, a cambio de que le ayudara en sus labores. Así pronto, supe que mi hermano se dedicaba a recorrer los alrededores de las fincas y ganaderías para sus andanzas a la luz de la luna. No me extrañó, y a él que yo le rogara que me dejase acompañarlo alguna noche. Siempre se negaba, pues aún me veía como un zagal. Hasta que una mañana, un aguacero nos sorprendió y buscamos refugio en un caserón. En él, nos topamos con unos zurrones repletos de joyas y monedas de oro. Los escudriñamos como ratones y sin pensarlo dos veces, nos apoderamos de ellos para correr sin mirar atrás. Con tan mala suerte, que al salir al camino chocamos de bruces con una pareja de la Guardia Civil, que al vernos con tales guisas, nos dieron el alto. Yo me detuve, o el miedo fue el que me frenó, pero Cesáreo no. Trató de escapar entre la maleza, como una liebre en mitad de una cacería, y estoy seguro que los primeros disparos no le alcanzaron, pero no sabría decir que fue de él. A mí, me encerraron preso y me cargaron el robo de las joyas y dos muertos. Nunca más volví a ver a madre ni a mis hermanos y la única familia que conocí después, era impostada. Es hoy, cuando me liberan para que me muera de asco en medio de ninguna parte. Les he prometido que volveré.  








Pablo


Robo en el desierto

Nacieron el mismo día en un hospitalucho de los suburbios de Praga. El que fue vendido creció en la opulencia, el otro vivió como pudo hasta que a los trece años abandonó definitivamente la casa. Ambos se convirtieron en viles saqueadores de tumbas, como para corroborar la inmutabilidad de la herencia genética.
Llegaron a las ruinas exactamente a la misma hora. Juntos por primera vez desde el aquel frío día del nacimiento, treinta y seis años antes. 
El gran parecido era acentuado por el sombrero típico, la vestimenta clara y el revolver a la derecha. No hubo sorpresa, siempre presintieron que había otro. 
Si bien no está demostrado científicamente es sabido que existe una fuerte conexión entre gemelos, tal vez haya sido por esa razón, que aunque hubo un solo disparo, ambos murieron en el mismo instante. 






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Lunes 30 de enero de 2012




Buscaba algo que simbolizara su amor. Debía resitir el tiempo, pero no ser eterno; debía mostrar su belleza, pero a la vez su complejidad, debía ser fuerte pero también maleable.

Creyó que no había nada que lo representara, hasta que encontró esa rosa.




Rosa


Rosas en la basura


Entre escombros y ruinas
tiraste mis despojos.
No sirvieron mis ruegos.
Permanecí ovillada
vencida
olvidada.
Entre mis brumas perdida.
Hoy
sin saber la razón
me alzo
resurjo de mis cenizas
florezco de nuevo.
Y de entre este vertedero
que dejaste en mi vida
salgo al mundo
de nuevo.

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Lunes 23 de enero de 2012





Darwinistas

Papá sigue teniendo cara de bueno, sus ojos acarician y su sonrisa nos ofrece un lugar en el que encontrarnos seguros. Lástima que mamá nos haya abandonado. En parte la comprendo, dejar de ser la mujer casi perfecta que era, debía ser muy duro.
Papá en cambio no lo dudó. Con tal de seguir a nuestro lado, no le importó beberse la pócima que mi hermano Carlos había preparado para hacernos felices, cuando en la tierra ya no quedaban motivos para serlo. Y lo hizo conociendo sus efectos secundarios, nos había visto transformarnos en organismos unicelulares, felices como aquellos que nadaron en la sopa primigenia,  al saber que aún teníamos un futuro por delante.

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El año del Dragón

Cuenta la leyenda que Buda invitó a todos los animales de la creación para celebrar el nuevo año. Sólo llegaron doce. Como muestra de agradecimiento por su visita, les obsequió con representar los doce signos del zodíaco.
La bulliciosa China se engalana para recibir, con todos los honores, al  Dragón, criatura mitológica cuyo emblema es el éxito y el triunfo. 
Aún no han crecido sus alas ni conoce la ira que un día alimentará el fuego de sus entrañas, pero el bebé ya está aquí. Acaba de nacer.

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Omnívoro

Después cazó un cielo estrellado. 
El arribo de la luz en estas entrañas horrorosas, no me consuela.


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La tortuga despertó tras una larga noche sin luna.
Descubrió que no pesaba. Sus pasos parecían de aire. ¿Dónde fue su caparazón? Veía su vulnerable cuerpo sin coraza expuesto a todas las miradas, ¿qué sería de ella si venía el viento con su cuchillo de hielo?
Asomó sus asombrados ojos por encima de la piedra que le había resguardado durante la noche. ¡El mundo entero estaba también desnudo! No existían tejados, ni vestidos, ni conchas, ni maquillajes, ni puertas, ni pinchos, ni cerraduras, ni sentimientos blindados. No era necesario cubrirse o esconderse; no era necesaria la lucha ni la huida. Nada hacía daño a la piel, las palabras no herían, las miradas no eran esquivas, y los seres no se devoraban.

En el cielo un planeta gigante se alejaba transportando todos los caparazones del mundo. 
Y se perdió por la oscuridad del universo como un globo de gas.


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Lunes 16 de enero de 2012




Él, expulsó de su boca el humo de su cigarro y en el aire dibujó el mapa del laberinto sin querer.
Ella, salió corriendo hacia la salida.

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Pablo


Desde que podía recordar la gran pecera siempre estuvo en su dormitorio. La pasión por lo acuático fue creciendo a través de los años y llegó a convertirse en motivo de desvelo y preocupación de sus ahora extintos padres. 

Un excéntrico vecino versado en el tema, le advirtió acerca de la maldad que desarrollan de los peces en cautiverio y si bien pareció que la advertencia había caído en saco roto, Nahuel comenzó a cuidarse. Resolvió que en la pecera no coexistan más de dos peces a la vez y que el tamaño de ninguno de ellos sobrepase los treinta centímetros; cuando eso sucedía Nahuel los arrojaba a la calle.

Una mañana, la pecera recibió a una rara variedad de hipocampo en reemplazo de un pez globo que había crecido más de lo conveniente. Nemo, el otro inquilino, comenzó a nadar con nerviosismo ni bien el nuevo ocupante fue colocado. Nahuel temió por la seguridad del caballito de mar, mucho más pequeño que su vecino, pero no quiso interferir con las leyes de la naturaleza. Con sorpresa y beneplácito fue notando como la dupla se iba integrando. Mr. ED, como había bautizado al caballito, crecía a gran velocidad. Si sigue así poco va a durar, pensó Nahuel con cierta tristeza. 
No le sorprendió que Nemo hubiese desaparecido ya que Mr. ED lo quintuplicaba en tamaño. Nemo nunca fue reemplazado.

Nahuel rompió la segunda regla y dejó que Mr. ED siga creciendo. Pronto el tamaño de la vieja pecera resultó insuficiente y tuvo que ser sustituida por otra que podía contener algo más de dos mil litros de agua. 
El apetito de Mr. ED era voraz y la pescadería del pueblo enviaba diariamente varios kilos de pescado a la casa del “asesino de peces”.

Una huelga de pescadores dejó sin provisión a la pescadería por más de dos semanas. Esa huelga, se recuerda, coincidió con la desaparición de Nahuel. Afortunadamente Mr. Ed pudo sobrevivir sin alimento por más de cuarenta días.





Ocultar el dolor, ésa era la consigna de él. De promesa de escritor genial, se había convertido en un vulgar personaje novelesco, de espectador de la vida, en sufridor de sus rigores, de alguien real, en una ficción.

Pero a ella no le ocultaba su dolor, porque la pena de sus palabras era los brazos con los que la apretaba, cuanto más dolía más estrecha era su relación.

"El destino no se discute - le dijo ella -. " Se acepta y se vive como vocación".

Cuando surgía en él la apatía o la indiferencia, ella desaparecía de su lado. Cuando, por el contrario, dominaba en él el entusiasmo, el no importar el fracaso por algo que vale la pena, en suma, el amor inteligente, ella le fue siempre fiel.




Acariciaba con mimo aquel cuerpo de mujer, del que brotaron notas e iban componiendo una delicada melodía que invitaba a seguir amándola y deslicé mis manos por su cintura para fundirme en un eterno abrazo. Ese día fue único.



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Lunes 09 de enero de 2012




La mujer, meneaba su trasero en busca de halagos y piropos. Sabía que más temprano que tarde se convertirían en dinero. Necesitaba muchos billetes para que su gran atractivo estuviese equilibrado con una delantera de volumen comparable. Detrás de los lentes oscuros, sus movedizos ojos registraban el movimiento de las víctimas potenciales. Ellos iban y venían, pero ninguno se acercaba lo suficiente. La paciencia no era ciertamente una de sus virtudes y la espera la hacía hervir. La cola del escorpión esperaba enrollada el momento propicio para descargar todo el atractivo sobre la presa adecuada.



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Lunes 26 de diciembre de 2011



La madre la había armado con retazos, minutos robados al descanso, y mucha imaginación.
Tal vez por eso, de sus ojos de vidrio escapó una lágrima, mientras sentía que se ahogaba entre los brazos de la niña dormida.






Desde el comienzo había sido la encargada de administrar los días, aún durante los miles de trillones de años en que nada existía, salvo el tiempo. 

Cuando el hombre llegó, su tarea se hizo más interesante. En épocas difíciles sacaba más rápidamente las hojas para que el sufrimiento pasara pronto; en tiempos de bonanza hacía que los días duren un poco más.

La primer tarea del año era extraer el calendario, desenvolverlo, hojearlo superficialmente, verificar que las hojas no estén pegadas y todas esas tareas básicas de un buen administrador.

Tenía mucha experiencia y no tardó en notar que el calendario 2012 era algo más delgado que el resto de los que había manejado. Revisó a conciencia y comprobó que figuraban los doce meses y que todos tenían el número de días acordado, salvo diciembre. Diciembre llegaba solamente hasta el 21, lo cual no era lo esperado. Debería preguntar al JEFE para ver si se trataba de un error o sería que en adelante todos los años vendrían más cortos. Antes de molestarlo prefirió verificar por sí misma. Con horror advirtió que el calendario de 2012 había sido el último.






Leyenda del caballero comedor de calendarios

Como tantas otras veces articuló sus pesados brazos, e irguiendo su cuerpo soplado de vidrio, se levantó de la mesa procurando no romper ni una sola de sus logradas filigranas con las que Anabel esculpió, soplando, su bello porte de caballero templado.

Se colocó el sombrero de las siete plumas, el que sólo portaba quien heredara el título de experto comedor de calendarios. Expectante y en silencio, el resto de la vajilla observó sus gestos y movimientos muy calculados. Los platos lo hicieron con su único ojo redondo y las tazas giraron sobre sí mismas para mirarle a través de sus asas. Había llegado el momento más esperado, el ritual que se repetía año tras año.

A la par que el sonido de las doce campanadas y mientras Anabel y los suyos degustaban las uvas, en la sala, el caballero de los calendarios deshojó los doce meses del año engulléndolos uno a uno. Cuando terminó, se reclinó en la silla exhausto por el esfuerzo, y la vajilla guardó silencio en memoria del año fallecido. Oyeron las voces de ¡recojamos la mesa!, ¡sonaron los cohetes de fin de año!, y todos los presentes supieron que su triste momento, de nuevo, había llegado: reposarían en la alacena hasta el año que viene y el comedor de calendarios sería guardado entre papeles usados y paños mojados.

Dicen que es tradición en la familia de Anabel, sentar a la mesa de la cena de fin de año, a un caballero mágico que deguste la celulosa cual si de rico manjar se tratara. Que es tradición de padres a hijos aunque los más pequeños rían la ocurrencia y más de un año hayan hecho peligrar su frágil existencia.

La vieja leyenda dice que sin su presencia, los años serían infinitos, y la maldición del año nuevo reinaría por siempre en sus vidas.





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Lunes 19 de diciembre de 2011




Culminación de la sugestiva trayectoria del poeta, que en su epílogo revela haber escrito estos poemas en la convalecencia de una de las crisis de salud que marcan su juventud y estimulado por las preguntas que nunca tienen respuesta. El único pozo donde va a pescar alimentos para sus versos es él mismo, con todas las miserias que le aguantan, aunque nunca pudo tragar ese impudor que tienen los poetas cuando hablan en primera persona y sacan sus trapos sucios al sol. Entre dos explicaciones siempre eligió la más clara, entre dos formas, la más elemental; entre dos expresiones, la más breve. Sus poemas - que de modo descriptivo y reflexivo, interiorizan el paisaje de la vida del hombre, a menudo asociado a la soledad y al paso del tiempo - pasaron desapercibidos para el mundo, pero cautivaron a la crítica por su tono sereno y matizado, distante de las diversas corrientes del momento...





Menuda es ella

Las madrastras de los cuentos decidieron unirse para solicitar algunos cambios, ya estaban cansadas de tener miradas ladinas y  carácter avinagrado; hartas de lucir vestidos decimonónicos y moños trasnochados; hastiadas de poder esbozar, en el mejor de los casos, un sucedáneo birrioso de sonrisa; saturadas de ser crisoles de maldad. Pedían que se reconociese su encomiable labor social, su abnegado esfuerzo por hacerse cargo de las criaturas concebidas con el amor de otra mujer, reivindicaban un poco de buen humor para sus personajes, un cambio estético apreciable y sobre todo, un corazón rojo mucho más grande. Cuando llegó el momento de firmar el documento, todas menos una estamparon su rúbrica; la que declinó el ofrecimiento estaba segura de que Cenicienta y su Príncipe terminarían por perdonarla, y cuando eso sucediera, poco o nada le iba a importar a ella aparecer en ningún otro cuento. Viviría en la sombra sí, pero en un fastuoso palacio, disfrutando de la abundancia y el derroche de una corte con recursos ilimitados. ¿Más cuentos? No gracias. 







Sería la cometa más grande que había sido construida. Nació como la sugerencia de un niño de tercer grado, pasó por su maestra, por la dirección, por la delegación local del ministerio y así llegó hasta los oídos del mismísimo intendente, quien encontró en la idea un maravilloso medio de mejorar su imagen, muy desgastada por el ejercicio del mando y por unas cuestiones de polleras que no viene al caso relatar.

La pequeña población, que según el último censo contaba con 423 habitantes, estaba revolucionada con el incipiente proyecto. 

En el banco local se habilitó una cuenta dónde cada uno de los habitantes depositó ilusionado todo lo que pudo, la comuna asignó una importante suma, disimulada en la contabilidad bajo el rubro “ornamentación y festejos” y la asociación de empresarios locales giró una remesa de cinco cifras desde un paraíso fiscal.

El ayuntamiento fue testigo de innumerables reuniones donde se definió hasta el más mínimo detalle de las contrataciones y la logística necesaria. 

Fue motivo de controversia la selección del artista encargado del diseño.
La elección natural hubiese sido la del maestro Pedro, su trabajo en la iglesia había sido impecable, al punto de haber recibido el reconocimiento de los principales artistas nacionales; pero al momento estaba colaborando en la restauración de la Catedral de San Pedro, por lo cual no podía contarse con su presencia.
Kuan Fu, era un eminente ingeniero y un notable artista plástico, pero su oscuro pasado y sus misteriosas actividades, supuestamente emparentadas con la magia negra, invalidaban su elección. 
Los otros artistas locales no aquilataban ni la experiencia ni la habilidad imprescindible, por lo que fueron descartados de plano.

El intendente prohibió en forma terminante la difusión del proyecto fuera de las fronteras del pueblo. El argumento fue el de proteger el trabajo local, pero la razón verdadera estaba relacionada con el proceso electoral venidero. “El factor sorpresa es la clave del éxito” decía una y otra vez. Con esa limitación solamente quedaba Kuan Fu.

Una delegación de notables se dirigió rumbo sudeste con destino al “castillo negro”, así era conocida la residencia amurallada del maestro chino. En pocos minutos cerraron el trato y entregaron la totalidad de la recaudación al maestro, quien se comprometió a terminar el cometa en exactamente sesenta y seis días.

Durante el tiempo que duró la construcción nadie hablaba de otro tema. Algunos especularon con que el chino huiría con el dinero, otros con que no contaba con la infraestructura necesaria, pero la gran mayoría aguardaba esperanzada la llegada del glorioso día.

El día sesenta y cuatro, un pequeño contingente de cinco chinos acampó en un llano aledaño al pueblo. Antes del atardecer un pozo estaba terminado y al medio día del día siguiente un gran mástil estaba siendo colocado. 

El gran día, por fin llegó. El arribo fue imponente. Veinte caballos negros tiraban de un largo carro dónde yacía una figura de unos quince metros de largo y unos diez de ancho, cubierta por un velo oscuro que imposibilitaba su visión. Kuan Fu, de pié sobre el gran carruaje, azotaba a los corceles para que no perdieran el paso.

Los ayudantes de Kuan Fu se apresuraron a fijar una polea de enormes dimensiones en la punta del mástil colocado el día anterior. Por esa polea pasaba una cuerda de dos pulgadas. Un extremo de la cuerda fue amarrada a la punta de la cometa, hasta ese momento horizontal y cubierta por la tela negra. La otra punta fue atada a un arnés de cuero y hierro, forjado en el castillo negro.
Los veinte caballos fueron desenganchados del carro y enganchados al arnés. El látigo de Kuan Fu sonó en el aire y la veintena de equinos comenzaron a tirar. Lentamente, y ante la mirada atónita del gentío, una figura hermosa y fantasmal alcanzaba la posición vertical.

Los murmullos se hicieron más y más fuertes. La indignación crecía. “Nos han estafado”, “es pesadísima, jamás volará”, “maldito chino”. El intendente deseaba que la tierra lo tragara, los empresarios se miraban sin entender. Solamente Kuan Fu mantenía la calma. Chasqueó los dedos y una fina cuerda dorada se desenrolló desde el centro de la figura.

“Necesito que todos los niños menores de diez años se sujeten de la cuerda dorada” 

Veintiséis niños se apresuraron a asirse del cordel. 

“¿Están todos?”, preguntó Kuan Fu.

“Sí, estamos todos”, respondió un chiquilín de ojos vivaces.

Otro chasquido

Una leve brisa comenzó a soplar y como era de esperarse la mole permaneció quieta.

Otro chasquido

La brisa se convirtió en viento y la cometa comenzó a vibrar. Un niño asustado quiso volver con sus padres pero la cuerda no podía soltarse

Otro chasquido

El viento aumentó su intensidad. La cometa se elevó unos centímetros del piso. La cuerda de dos pulgadas se desprendió cayendo pesadamente sobre la tierra. El viento siguió cada vez más fuerte. La cometa tomó altura, los niños eran elevados por el cordel dorado atado a ella. Padres y familiares gritaban desesperadamente; inútil era el esfuerzo por retener a los niños que junto a la cometa volaban rumbo al sudeste.

Otro chasquido

Kuan Fu desapareció.







Procreación

Dibujé un gato de corazón generoso. No sabe negar su amor a ninguna gata del barrio. Sale por las noches y reparte sus favores con equidad: hoy a la gata persa de Maruja, mañana a la de angora del señor Martínez, pasado mañana, a la gata asilvestrada del callejón. Vuelve por las mañanas, con los ojos heridos de amor y el pelaje desgreñado. Luego duerme todo el día para que se recupere su corazón de papel, agotado de pasión ilustrada. Yo lo miro con cariño maternal y le acaricio el lomo dibujado a carboncillo mientras pienso en una solución urgente a sus desmanes de trasnochador enamorado. La situación se ha vuelto insostenible: cientos de gatitos maulladores y revoltosos han llenado por completo mis cartulinas y yo no puedo negarles acuarelas, ovillos y cuidados de abuela.

Blog: http://marhorno.blogspot.com/




El emperador había sido terminante: todas debían desaparecer de la faz de la tierra; pero una fue salvada. La flecha certera partió en dos el corazón del monje quien había sido preparado toda su vida para esa única tarea. 
Nada cercano al cuerpo desangrado, sólo el mazo ritual cubierto aún por el terciopelo escarlata.

Una mujer lloraba tristemente frente a la puerta que había sido cerrada por última vez catorce días antes. Su esposo no respondía, pero ella sabía que aún tenía vida.
Sólo en la habitación, el buen hombre se consumía ante una imagen que debió haber sido destruida 2120 años antes.





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Lunes 12 de diciembre de 2011





Ella paseaba su ritmo calle arriba, calle abajo, luciendo una melena tan negra como sus noches. Él la observaba a través de la ventana. A escondidas se maldecía sabiendo que ella siempre estaría fuera de su alcance. Cuando ella desaparecía en el coche de algún nuevo novio el pegaba un fuerte tirón a las ruedas de su silla y se alejaba de la ventana. 





La reina del blog se pavoneaba luciendo sus exquisitas curvas azules, en su pelo ondulado anidan mil historias, pendientes de encandilar a seguidores incautos, sus muslos no son secretos para las miradas de mil admiradores.

Se siente poderosa, princesa y reina por un instante, detrás miles de cadáveres suspiran por que vuelva a escribir porque sus deseos son preguntas cuyas respuestas nadie sabe....




Laura

Leyenda de la ninfa de invierno 

Cantaba estrofas líricas con voz dulce y melodiosa, hasta que un viento gélido penetró en su garganta y su afinada voz se convirtió en el sonido sordo y ronco de las ramas agitadas de los árboles del bosque. 

La pequeña ninfa cayó en desgracia y su música se silenció sin remedio. Los pájaros la invitaban a recobrar sus cánticos y el follaje del bosque la abrigaba para sanar su garganta. 

Fue un día del mes de enero, cuando resbaló y cayó en un pozo de aguas congeladas. En el espejo cristalino del hielo miró su pelo, desbordante cabellera de rizos bellos y ondulados. 

 ¡Cuánto pelo y qué poquita voz! - se dijo. Anudó su melena al cuello creando una trenza por bufanda, y al poco de recobrar su aliento, el bosque recobró a su ninfa cantora. 

Habita desde entonces en el pozo de los deseos, allí donde dicen que si tiras una moneda se cumplirá tu sueño. Por cada moneda, una canción. La conocen por ninfa del invierno y cuando llega la primavera, cede sus melodías a los trinos de los pájaros cantores.

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Alberto Proset

Apetito sobrenatural
Dejó la oscura seguridad que durante el día le había ofrecido el sótano de aquel comercio y continuó con su caminata en dirección al centro.
Las calles, saturadas por el silencioso bullicio, pasaban frente a sus ojos una tras otra.
Al llegar a su destino, la plaza, completamente apagada bajo la luna, presentaba el mismo aspecto que el resto de la ciudad: desolada, sucia y descuidada de toda atención. 
Un golpe en su hombro le arranco de sus pensamientos. Otro de esos seres, como los cientos con los que se había ido tropezando por el camino, había chocado torpemente contra ella, para después continuar con su errático trayecto sin reparar en su presencia. Ella miró a su alrededor consciente de la situación. La infección se extendió tan rápido entre la población, que ésta apenas tuvo tiempo de reaccionar, dejando tras de sí todos aquellos despojos andantes, secos; fríos como enormes frascos de comida caducada. Tras varias semanas recorriendo la provincia, no había detectado ni a un solo ser humano con vida en kilómetros a la redonda. 
La vampira dio por finalizada la búsqueda. Desconsolada y hambrienta, se sentó en un banco cercano a contemplar el resurgir de un nuevo amanecer. 



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Lunes 5 de diciembre de 2011





Corazón de águila

El viento fue puliendo día a día su mirada. No podía bajar. No sabía volar. Pero allí estaba, alimentada por las águilas. Cómo llegó hasta allí arriba, no podía recordarlo. Tan sólo era consciente de haber estado sobre el paisaje, entre riscos, desde siempre. Su mundo era aquél: dos picos feroces que para ella eran la máxima expresión de la devoción paterna; dos miradas soberbias, mostrando los profundos matices del relámpago. Y es posible, sí, que en aquella estrecha cima comprendiera, de un modo ciego y sin palabras, que la vida era sencilla: era valor, era fuerza, era ternura. Valentía de las alas sobre la incertidumbre del abismo; fuerza neta y viva de la roca en que dormía; ternura de musgo hecha de plumas que velaban junto a ella.

Todo eso era vivir: tormentas, guiños solares, gritos desnudos contra el azul del cielo, silencio, y nada más. No había más lágrimas que las perdidas por la lluvia, ni más lamentos que el del viento hiriéndose entre las grietas.
Pero los piececitos sin garras querían explorar el mundo. Y así fue que una mañana las águilas permitieron su marcha. La agarraron del cabello, y en un vuelo que nunca olvidaría, por doloroso y maravilloso, aterrizó en la misma plaza de un pueblo.

Los habitantes, al descubrir a aquella fierecilla, quisieron adoptarla, más por piedad y curiosidad que por amor.
Llegaron a enseñarle el lenguaje de los hombres. Pero ella, muy dentro de sí, no lograba entenderlo: era confuso y escondía no pocas dagas entre sus palabras. Las palabras hermosas, que por supuesto las había, llegaban a sus oídos y luego huían en pos de otros sueños, como hechizadas por otra luz, más allá de las avariciosas bocas humanas.
Creció con el murmullo de las gentes. Nunca fue aceptada; nunca entendida. Ese toque salvaje en sus ojos despertaba desconfianza, y sus cabellos, erizados de vientos, siempre fueron reacios al peine de la civilización.

Un día en que la lluvia azotaba los cristales con insistencia, ella salió a recibirla en su rostro. Sintió, de pronto, frenéticos deseos de andar, de mezclarse entre las locuaces melenas de los árboles, agitadas por el temporal; de pisar el barro blando hasta sentir la libertad tibia modelando sus pies.
Avanzó, durante mucho tiempo, montaña arriba. Empapada, ligera y feliz, se tumbó en la cima, entre dos grandes piedras compañeras, repletas de hiedra verde, similar a la frescura de sus ojos. Y durmió.
En sueños sintió un dolor vago, indeterminado pero punzante, con forma de desprecio. Venía del pueblo. Parecía que voces, agresivas como puños, la expulsaban; la iban hundiendo, poco a poco, en un pozo seco y oscuro, profundísimo, donde sus gritos no llegaban a alcanzar jamás oído alguno.
A continuación, se encontró sobre una pequeñísima isla rodeada de mar, donde sólo cabía su cuerpo. Algunos delfines se acercaron, y alrededor suyo volaban cormoranes; pero veíase a sí misma, de pie sobre la roca, como un signo de exclamación. Lo sabía. De un modo u otro tenía que escapar de allí: saltaría, nadaría, volaría...o moriría.


Una ráfaga cálida y blanca sobre sus párpados comenzaba a despertarla. Era el saludo del sol del nuevo día.
Nada más levantarse notó un ligero dolor. Toco con su mano en la parte alta de su espalda, entre los omoplatos, y notó dos pequeños bultitos, de tacto plumoso.
Luego miró al cielo, donde planeaban las águilas, ligeras, magníficas y soberbias. Y sonrió; sonrió durante tanto tiempo que se le hizo de noche. Tras seguir sonriendo durante semanas, descubrió que ya no necesitaba comer; y al cabo de dos años sonriendo, comprobó que sus pies se despegaban del suelo sin esfuerzo.




Laura

Leyenda del hombre pájaro

En el País de los Nidos, los niños nacían en pequeños cuencos construidos con finas hebras de lino. Nacían de un huevo y dedicaban los primeros meses de vida a pensar qué querrían ser cuando abandonaran el nido. No tenían muchas posibilidades, y el Sabio del Lugar, apenas empezaban a entender y razonar, les explicaba que su elección sería: hombre, o pájaro. Nada más.

Jean Handrich había nacido una noche fría, desnudo, y víspera del día de Navidad. El Sabio del Lugar le explicó que una vez existió un hombre que no fue hombre, sino Dios, que nació para salvar al resto de hombres y que fue bueno. Jean Handrich pensó unos días sobre si ser hombre sería una elección acertada, hasta que un gran pájaro alado le visitó con un poco de comida en su pico. Se la ofreció y le dijo: –Piensa si ser hombre es lo que quieres. Ahí abajo, no hay tantos salvadores como tú crees. Si fueras pájaro, volarías allí donde tú quisieras y serías libre.

Jean Handrich no abandonó el nido rápidamente, quería ser libre gozando de las alas del Gran Pájaro pero también de la sabiduría del Gran Hombre. Jean Handrich vivió un año en el nido y el día de Navidad eligió ser “Hombre - Pájaro”.
Unos renos se ofrecieron para ser sus alas.








Un mal día



Sucedió un día gris, de esos que te dejan hundido. El hombre se encontraba justo en ese pozo cuando una bella dama le lanzó una cuerda y lo ayudó a salir. Al llegar a la superficie ella ya no estaba, en cambio lo esperaban un par de bandidos que le robaron todo lo que llevaba encima, dejándolo desnudo en un paraje desolador. Caminó sin rumbo durante horas hasta que cayó desfallecido. Pensó que ya nada peor podría sucederle, pero entonces llegó un ave gigante que le clavó sus enormes garras sobre la espalda, y se lo llevó volando. Cuando más tarde despertó, supuso que todo había sido un sueño, hasta que reparó en que su mullido colchón de ramas era un nido. 





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Lunes 28 de noviembre de 2011






Un día cayó un libro en el Reino del Color. Nadie quiso acercarse a ese objeto seco, triste y oscuro, tan diferente a todo lo que conocían. Los Habitantes del Color comenzaron a temerle, y a contar historias tenebrosas sobre su procedencia y sus fines, entonces el joven Rey del Color tomó la decisión, paradójicamente literaria, de mandar a construir un vasto laberinto a su alrededor, así nadie volvería a temerle. Quiso la suerte que el Rey llegara a tener un hijo, que se llegó a la adolescencia y a la rebeldía. Este hijo, llamado Ylber, gustaba de escaparse del Castillo Azul para dar largos paseos por las calles y los campos de color; y así una tarde llegó a la extraña construcción en el centro de la cual yacía el libro, rodeado de intrincados rojos, violetas y naranjas. Ylber, conocedor de las leyendas, se adentró con decisión, y como preso de un encantamiento halló el centro del laberinto, mas sin entender el camino. Supo imposible su regreso y aun así tomó el libro entre sus manos. En la portada la palabra “Alicia” resplandecía modestamente. Ylber leyó lo primero que encontró al abrir las páginas, no comprendía nada pero misteriosamente esas letras lo atrapaban, las palabras, una a una, se iluminaban, y el libro, pese a que exteriormente no lo demostraba, fue adquiriendo infinidad de tonos y fulgores desconocidos para el Príncipe del Color. Pronto entendió cómo debía leerse la historia, y su viaje con Alicia fue doble. Leyó y leyó, abstraído del mundo y sus colores, de las horas que pasaban, de las cálidas paredes que lo rodeaban. Cuando terminó de leer, con el corazón henchido de gozo, descubrió sobre su espalda unas hermosas alas y voló de regreso hasta el castillo azul, con el resplandeciente libro bajo el brazo.




Sus pies arrastraban los andares en las areniscas de los Montes Escarpados. Apenas miraba al cielo, no despegaba la vista de su pecho doliente, ¿alguna vez poblado? En sus andares pesados, quísose que tropezara con un volumen hojeado. Y de un vistazo aburrido pudo leer: “Abre este libro, de todo serás saciado”. Desplegó sus hojas y dos poderosas alas en su espalda brotaron. Leído cada renglón, notaba en el pecho un coscorrón. Leyó rápido y sonrió, en su pecho de nuevo afloró, su olvidado corazón.





Rosa


Crisálida

Había probado todas las pastillas de la botica. Las rojas para el dolor general, las verdes que suponía curaban el insomnio, rosas, la apatía…Ninguna  servía...
El vacío de su vida, se alzaba a sus hombros empujándole hacia abajo, hacia el suelo.
En una de sus muchas visitas al médico, oyó sin querer una conversación entre dos animadas paisanas. Hablaban de libros, cosa rara,  con tanta pasión que pegó más la oreja…
Al salir de la consulta con una nueva receta, como no, encamina sus pasos a casa, pero sin saber por qué, algo buscaba...
¡Ajá! Exclamó, cuando una vieja librería llamó su atención, y sin saber muy bien que encontraría atravesó sus vetustas y ajadas puertas.
Los rayos del sol se filtraban tenues por la cristalera posándose suavemente sobre un volumen...

Microrrelatos Ilustrados

Sara Lew

Rezaba la bella cubierta. Sin pensarlo dos veces lo compró y salió ligero, que raro pensó, hacia su casa. Cuando llego  se puso cómodo en su butaca favorita y...
Los colores, las formas, las palabras le recorrieron, acunándole, le envolvieron  en un capullo... Se quedó dormido. No supo cuanto tiempo  transcurrió, pero al despertar, pensó que tenía alas... alas en el corazón.

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Alado e ilustrado


No es casualidad que Gina fuera lectora empedernida, ya que desde que se abrió su larva, se encontró en las tapas duras de “La Celestina”.

Condicionar…hombre, lo que es condicionar no sé, pero algo de ello sí que la mantuvo siempre un tanto inspirada y con hambre de devorar libros por cualquier esquina. Prefería los clásicos, que aunque tal vez estaban algo olvidados, con toda su paciencia, lograba encontrar sin prisas la más sabrosa esencia. En su época de gusano tomo formación hasta hartarse con lecturas de la caída del imperio romano.

En otros aspectos, era igual que cualquiera, y tras instruirse leyendo a Andersen, buscó su transformación.

Para tejer su capullo eligió retirarse a casa de Gabo, entre soledades y demás rica información.

Hasta que el día llegó, y aunque alada y estilizada, en polilla se convirtió.

Altiva y orgullosa, siempre se creyó...culta y honrada mariposa.









Final feliz

Tras años de duro trabajo juntos, la musa leyó el manuscrito y sonrió. 

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El dibujo es demasiado elaborado, no puede haberlo hecho Pablo, apenas tiene seis años, ni siquiera un chico normal de esa edad podría. Te digo que sí, yo misma revisé el cuaderno esta mañana y esa página estaba en blanco. ¿En blanco?, lo mismo que todas las otras que están llenas de dibujos ¿esas también las dibujó él? Seguro que sí, a la mañana están en blanco y luego los dibujos aparecen y no hay nadie más que él y yo. Preguntémosle Marta. No seas necio, sabés que no puede hablar desde el día en que echaste a esa señora. No quiere hablar mujer, él puede hacerlo pero me la está haciendo pagar. Hace tres años que no habla, ningún niño reacciona así, algo grave tiene que haberle pasado. Pero si los médicos dicen que está bien, ¡ese niño es puro capricho!

El hecho es que desde aquel día Pablo había dejado de hablar con sus padres, pero no era por venganza, él guardaba todas sus palabritas para la adorable anciana que todas las tardes, en secreto, dibujaba para él.




Javierete

El dragoncito pillín no se cortaba las uñas, odiaba las tijeras, aborrecía los cuchillos, las hachas y todo aquel utensilio que tuviera que ver con el tratar de cortárselas. Era entonces cuando corría despavorido a refugiarse entre sus libros de aventuras porque no se lo he dicho pero, Winston a parte de ser un pillín, era un dragón lector. Aprendió las letras a base de asomarse a la ventana de la escuela mientras los niños de cinco y seis años las canturreaban sin cesar. Luego, para recordarlas, las trataba de dibujar con sus uñas en un pequeño arenal que había delante de la cueva. Allí se pasaba horas y horas tratando de construir palabras, de memorizarlas y luego de pronunciarlas al aire en forma de bocanadas de fuego. Esa era la razón por la que no quería cortar sus uñas; eran sus bolígrafos.





Leyenda del cuento ilustrado

Hubo una vez un país de cuentos y libros en el que los niños eran felices. Disfrutaban con las imágenes bellamente contadas y reían o lloraban con sus personajes, como si fueran sus amigos de carne y hueso Cuando la era digital atravesó las puertas del tiempo, los niños abandonaron sus cuentos mágicos y los sustituyeron por pantallas. Cuenta la leyenda que de un país muy lejano llegaron a la tierra, en la era nanodigital, unas enormes mariposas aladas ávidas de saberes nuevos. Encontraron miles de bellos cuentos en el vertedero de los libros olvidados, y cuentan que desde entonces, enjambres de grandes insectos voladores visitan todas las noches el lugar, eligen el más bello y lo transportan con sus finos dedos de alambre hasta la almohada de cada niño, dejando un cuento ilustrado del que se puedan volver a enamorar.

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Lunes 21 de noviembre de 2011




El origen de las estrellas fugaces

El caballo relinchó, encabritado y envuelto en la nube de polvo que le rodeaba parecía recién llegado del infierno, sin embargo ella no movió ni un solo músculo de su cuerpo. Las sedas de su vestido ondearon como banderas al viento mientras  la corona se deslizaba de su real cabeza. El animal la miró a los ojos, el bálsamo que encontró en su mirada calmó su furia; ella se acercó y tras recoger la corona la colocó sobre la cabeza del pura sangre que rodilla en tierra rendía pleitesía a la princesa.
Dice la leyenda que no hubo mago en todo el reino capaz de romper el hechizo que la convirtió en humana y que una noche de luna llena los niños de la aldea les vieron surcar los cielos, ella aferrada a sus crines, en dirección a las estrellas, entre las que aún siguen buscando un lugar.







Reposo, me ha dicho el médico. Y yo, obediente, Sara. Estoy junto a la ventana esta tarde de noviembre mirando la calle desierta iluminada por la cafetería que hay frente a mi casa. Ahí está mi amiga María. Sigue intrigada por mi detención, no me cree del todo cuando le digo que todo ha sido una casualidad. Me agrada que no termine de creerme, que siga pensando que guardo algo, que llevo una doble vida. Y lo cierto es que de algún modo la llevo, por eso creí que me detenían, no por ser crítico de Literatura. Pensé que se trataba de lo otro, de mi caza invertida. ¡Si ella supiera! Quizá algún día se lo cuente, le explique por qué la llamo así, caza invertida. Yo voy de caza pero me hago la presa, la mejor manera de ser verdugo es hacer creer a la víctima que los papeles están invertidos, que el verdugo es ella y uno la víctima. Hoy he elegido una brillante escritora y autora de ilustraciones...

Reposo, me ha dicho el médico. Y yo, obediente, Sara.




Disección del pensamiento

El ojo de la cultura, de pestañas azules coronadas por las siete artes conocidas, escrutaba cada rincón de la sala: desde la escritura hierática egipcia, escrita de derecha a izquierda por los escribas del Antiguo Egipcio, hasta los avance guerreros de un pueblo azteca, que nació pobre, pero que pronto encontró su lugar en el mundo.


Admiraba con deleite, las puntas de lanza labradas en sílex y, junto a ellas, las primeras sierras de latón de los arquitectos medievales.

Y en esas andaba, cuando un dios mitológico cobró forma, deslizándose con suaves movimiento de danza, hasta posarse frente al gran ojo y decirle:


Olvidaste en tu paseo visual que la naturaleza es sabia, y no reparaste en el amonite, eje vertebrador del recuerdo de las primeras especies naturales. ¿Acaso no te interesa la ciencia?

–Tanto me interesa –contestó el ojo certero– que sólo anhelo comprobar si el avance del ciempiés que se arrastra por tu etéreo cuerpo, es capaz de devorarte.



Y al decir esas palabras, el dios mitológico se esfumó de su vista, asentándose la razón y el carácter científico en el pensamiento de los hombres.





Javierete

 Viento norte


El viento norte no quiso amainar, tenía el cuerpo de jota y decidió salir a bailar. Sopló y sopló entre los árboles, entre las grietas de las piedras y contra las ventanas de las casas que con su ímpetu iba sacudiendo a su paso. Sacó los males, los miedos, las envidias, los celos y las emponzoñadas ideas de los habitantes del lugar, los mezcló con su música metálica y todo lo transformó, como por arte de magia, en un soplo de aire fresco. La crisis huyó.




Ana Crespo Tudela



Cuento de Navegante



No debía de medir más de un metro setenta y, sin embargo, lo recuerdo como si tuviera la altura de un gigante. Con el pelo y la barba cubiertos de canas, la tez bronceada, y la pipa colgando de sus labios, era la viva imagen de un lobo de mar. A pesar de que durante la mayor parte de las horas del día lo dominaba un humor huraño y protestón, le gustaba estar acompañado; sobre todo de mi abuela, que con una sonrisa o riñéndolo como a un niño, sabía cómo despertarle a la realidad cuando los recuerdos lo embargaban de melancolía.



Y, ése, era el momento que más nos gustaba. A su llamada, corríamos a su lado, deseando que nos hipnotizara con su voz grave y cadenciosa mientras nos contaba una de las aventuras que le habían ocurrido en alta mar.



Pero, hoy, en su memoria y como parte de su legado, tras muchos años pasados desde su muerte, soy yo el que voy a relataros una de las historias que nos hizo vivir a través de sus palabras.



Aquel 3 de mayo de 1941, tras 30 días sin avistar tierra, habiendo dejado Estambul a sus espaldas y con destino al golfo de Méjico, se encontraba en su camarote estudiando, sobre la carta de navegación, el rumbo que debían seguir, cuando el barco dio un fuerte balanceo. Sorprendido salió a cubierta y encontró a toda la tripulación que, extrañada, observaba cómo unas nubes negras cubrían veloces el cielo, un fuerte viento hinchaba las velas y las olas crecían rápidamente de tamaño.  Para que no se rompieran los palos, dio la orden de que, sin demora, se plegara el velamen, y puso el barco proa a la mar. Fueron horas de una lucha titánica, en un duelo entre la cáscara de nuez, en la que se habían convertido, y el océano, que les ofrecía su cara más temible. Olvidaron el miedo, y todos a una, marineros y oficiales, pelearon contra la fuerza inconmovible de la naturaleza. Y aunque, en más de una ocasión, estuvieron a punto de dar la vuelta y creyeron que morirían ahogados, vencieron. El amanecer llegó acompañado de un sol reluciente y con el agua totalmente en calma. Una vez descansaron de la tensión que se había alojado en sus huesos, y con la nave, a pesar de los desperfectos, lista, continuaron la travesía.



Cinco días más de navegación hasta llegar a su destino; cinco interminables días hasta que pudieron pisar tierra y celebrar que habían sobrevivido. Y eso hicieron. Plegaron velas, ataron los cabos, contrataron a un guardián y se dirigieron a la primera taberna que encontraron en ese muelle de pescadores. Pidieron la bebida más fuerte que tuvieran y brindaron por la vida, por su indestructible barco el "Buen destino", por la tripulación, por el capitán, por la compañía y, brindis tras brindis, fue cayendo una botella tras otra. Hasta que, en el último sorbo, la cara del contramaestre se crispó y de su boca salió una serpiente, que, atontada, trató de huir deslizándose por la mesa. En ningún instante de la galerna que los azotó afloró tanto terror como el que vio en ese momento en los ojos de cada uno de los presentes. No pudo con ellos la tormenta, peso sí estuvo a punto de rematarlos del susto ese ofidio macerado.



Y aquí acaba esta historia. Verdadera o falsa, qué más da. Lo importante es que cada vez que veáis la serpiente, dentro de la botella que guardo celosamente, recordaréis al protagonista de este cuento y, así, habré cumplido la promesa que le hice a mi abuelo, de mantenerlo vivo en la memoria.





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Lunes 14 de noviembre de 2011





Tengo un amigo que sostiene que casi todo es mentira. Dice que ha visto con dolorosa lucidez que las justificaciones de nuestros actos, las explicaciones de la conducta ajena, los motivos que damos de nuestras decisiones, la razón de nuestras acciones, son en su gran mayoría falsos. La mente es un iceberg del que sólo emerge la consciencia. Bajo el agua se halla la inconsciente verdad. Alguien se enfada y necesita explicarse su ira. Mira a su alrededor y encuentra algo que encaja mal que bien. Ya tiene su motivo, ya puede descansar en su enfado. Pero lo más probable es que un estímulo desconocido o un movimiento automático en su cerebro haya disparado en ella la irritación. Esa persona necesita creer que hay un motivo de suficiente nobleza para desencadenar su enfado. Entonces vienen los argumentos en su ayuda. Los argumentos: el consciente adorno de lo inconsciente.
Mi amigo distingue entre dos tipos de mentira: La voluntaria y la involuntaria. En el primero incluye todas las que tienen mala fe, incluso aquellas que el individuo se justifica moralmente o que acaba creyéndose a fuerza de decirlas. Siempre pone de ejemplo a los políticos para esta categoría. En el segundo tipo no hay mala fe, y es ahí donde se encuentra a su juicio la mendacidad de la condición humana. Las peleas entre su suegra y él casi nunca se debieron a las causas esgrimidas, tampoco los encantos de su mujer inventariados por él fueron los que provocaron su amor.
Un día ella le gritó injustamente esgrimiendo un error doméstico que él había cometido y que provocó la electrocución de su madre: como mi amigo sabía que el motivo era algo que probablemente nunca descubrirían, sonrió resignado a su mujer y pidió perdón hasta que ella se calmó. Y no se calmó, me dijo, porque él le pidiera perdón, sino porque ya se había retirado la verdadera, desconocida causa de su ira una vez que su madre se recuperó y volvió a casa tras un mes de hospitalización...
Como consecuencia de este pensamiento, mi amigo es la persona más comprensiva y tolerante que conozco. Entiende todo y a todos, incluso a aquellos que adoran a los políticos y a sus suegras...


Amantes
El dragón azul, frío, gélido, surgió entre la línea que divide el cielo y el mar; se elevó poderoso sobre nuestras cabezas y rugió con todas sus fuerzas. Si en un primer instante tuve miedo, una suerte de parálisis, su mirada limpia liberó mis músculos que no quisieron sino seguir sus evoluciones. Desde entonces, acudo puntual a su llamada cada año, el comienzo de la temporada de lluvias se ha convertido en mi estación favorita y empaparme de su amor en el motor de mi existencia.


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Patricia O (Patokata)
Imaginando orígenes


Era el comienzo de su auto-creación; al principio, experimentaba colocando de a un elemento. Lo hacía con un poco de miedo por el resultado, pues aun no había acertado con las proporciones.

Hasta que al fin encontró la clave cuando los mezcló a todos juntos.

Al fin había terminado de crearse como se imaginó, con partes iguales de agua, tierra, aire y fuego; no olvidó el detalle, delicado e imprescindible, de rociarse con gotas de esperanza e inmortalidad.

Sólo faltaba emitir el sonido para darse el nombre exacto y comenzar a cumplir su cometido, abrió el pico y se nombró: Ave Fénix.


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Aprendió rápido a ascender a lo más alto, sin importarle a costa de qué, ni quién caía en su lugar. Le salieron extrañas alas; y dientes como de dragón. Y todos le veían como un monstruo, pero él no sabía reconocerse de ese modo en el espejo, porque siempre alguien le decía "muy bien, así se hace, sigue así". Un día, la empresa fue absorbida por otra, y llegaron los nuevos jefes con sus amables caras; y notó la sombra de alguien que llevaban a su lado: era un extraño ser, con siniestras alas y dientes como nunca había visto, ni siquiera en las películas de terror.



El perro cantor

El conocido de un primo del cuñado de una amiga dice que lo ha visto. Pero lo más curioso de todo es que el primo del cuñado, el cuñado de la amiga, y la propia amiga también comentan haberlo presenciado.
Yo no soy de creer en nada que no me entre primero por los ojos, y teniendo en cuenta la historia que me estaban intentando colar, decidí ir a comprobarlo por mí mismo.

Girando a la derecha en la última esquina cuando bajas desde la mercería en dirección a la farmacia, sigues por el muro del colegio hasta el final, te encaramas en la caja de los contadores del centro cívico, y echas a un lado las ramas del viejo olivo podrás verlo.

Ahí… justo enfrente, en medio del jardín.
Son ahora mis ojos los que no pueden creerlo, pestañeando una y otra vez; pero el perro de los García sigue allí. Transparente… sí. Muerto, también. Recuerdo que lo mataron unos chicos de otra barriada cuando yo era pequeño. Que le habían torturado y después girado tantas veces la cabeza sobre su cuello que el pobre animal quedó irreconocible. 
Tras la sorpresa inicial sólo puedo decir que me invade una sensación de infinita lástima por el fantasmal can que aúlla a la luna. Para mí que el pobre se encuentra atrapado entre los dos mundos paralizado por el miedo. Miedo a despegar lo más mínimo una de sus patas del suelo y caer hacia arriba.


Nota: Este texto a sido inspirado en el dibujo puesto al revés (mirando hacia arriba)




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Lunes 7 de noviembre de 2011




"Era hermoso. Decididamente hermoso. Su mirada desafiante asustó a todos mis amigos, que huyeron despavoridos dejando vasos y botellas desperdigados por el suelo.

Pero yo no pude escapar. No quise. Porque era hermoso. Era tan hermoso... Y porque allí, allí en el fondo de sus ojos pude ver dibujado, entre las llamas inflamadas por el orgullo... su miedo, su hambre, su grandiosa soledad.

Y es por eso que le invité a un vodka con limón, y luego a un poquito de ron, y luego nos fuimos los dos volando, alejándonos del ruido, de los coches, de la marea humana y le dijimos adiós al botellón, al mareo y a la rutina del sábado por la noche.





Era una falsa primavera. Estábamos a finales de octubre y había gente con manga corta. Hacía cinco días de la desaparición del halcón peregrino y seguíamos sin una sola pista. Al bajarme del coche me dio frío. En el campo las estaciones siguen siendo las estaciones. Juan me abrió con una gruesa chaqueta, que se quitaría nada más entrar en la casa. Los perros dejaron de ladrarme y se pusieron a jugar conmigo mientras yo miraba el esqueleto de los árboles y el cielo infinito, pero sin respuesta. Dentro ardía un fuego acogedor.

- No entiendo como viviendo solo consigues un ambiente tan hogareño.

Mi comentario tenía trampa, porque yo estaba convencida de que Juan ocultaba, en algún lugar de su vida, una mujer. Y yo buscaba sus huellas.

Juan no me contestó y los perros me miraron asomando por la ventana una expresión de envidia. Su amo, como tantas otras cosas, no los dejaba entrar en el interior.

- ¿Sabes? El halcón viajero se empareja de por vida. Tal vez...

- Vaya, ¿ crees que…?

- Prefiero eso que pensar en los pesticidas, o en los cazadores furtivos...

- Agradezco tu preocupación y más aún tu homérica hospitalidad, pero...



Por ese tiempo solía yo hacer bruscos anacolutos, pero cerrando con mi entonación la cercenada oración, mientras pensaba en otra cosa, me negué a creer eso. Miré por la ventana una vez más. Se había levantado un viento de sonido denso, que agitaba las ramas desnudas de los árboles, como si pidieran socorro. Sólo uno estaba vestido moviendo sus hojas como pañuelos. Le pregunte a Juan por él.

- Un árbol cretense - me contestó -. No pierde jamás sus hojas. Bajo él Zeus violó a Europa. En sus ramas lo vi por última vez...


Mi pollito bonito

Llegó a casa como todos los polluelos. Entre las frágiles manos de un niño.
Como todos los polluelos, era feo a morir. Tras su excesivo pico de amarillo rechamante, se aparecían dos bolas oscuras cubiertas por una fina piel de color mortecino. Sobre estas, un pequeño cráneo con cuatro plumones despeluchados saludaban al nuevo mundo. Su cuerpecillo endeble, famélico, frágil y de apariencia enfermiza, temblaba de frío, o más bien miedo, en aquella cuna tibia que formaban las manos de aquel niño.
A pesar de su aspecto fue acogido en aquel hogar.
La madre le maltrataba quejándose de su olor, sus piares, su aspecto, su sola presencia. Algún manotazo siempre caía con la excusa de limpiar lo inevitable.
El padre hacía como que no existía. Tan es así, que en más de una ocasión estuvo a punto de perder la vida, víctima de aplastamiento, cuando no de hambre y sed. Porque hay que decir, que salvo el niño, nadie cuidaba de aquel pollito.
Creció como crecen las aves, rápido. Demasiado rápido como para poder olvidar su corta pero tan intensa como cruel vida. Creció tan rápido que cuando sus padres quisieron darse cuenta, era demasiado grande para acabar con ella sin correr riesgo alguno.
Y así fue como un buen día, y de un solo picotazo, engulló al padre y a la madre de aquel niño, que cuando llegó a casa pudo oír las voces de sus padres salir a través del afilado pico del que era algo más que una mascota. Su mejor amigo, su confidente, su alma. Se subió en su lomo y juntó su cabeza con la del ave, diciendo en voz baja pero firme: Y ahora calladitos hasta que os mande yo, que las cosas han cambiado.
Salieron volando dispuestos a recorrer nuevos mundos, junto, unidos como lo estuvieron siempre.
En cuanto a sus padres… Ya sabemos que todo lo que entra tiene que salir. Solo os diré, que aunque estrepitoso, el aterrizaje no les causó grandes daños

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Miguel Ángel Flores 

Cotorra

Al pajarraco verde que al pasar por la calle, me insulta, se la tengo sentenciada. No sé qué le he hecho, ni a que viene que me diga las cosas que me dice a estas alturas. Cualquier día subo y hago un arroz con él, que aun conservo las llaves de casa que no te devolví.





Alberto Proset


A fuego en la memoria


El abuelo de Sara tenía un dragón en su desván. Lo descubrimos en un rincón, oculto tras unas cajas. Estaba muy quieto y algo maltrecho, atrapado por una cuerda llena de nudos que envolvía su cuerpo. Nunca habíamos visto uno, así que corrimos emocionados a avisar al anciano.

El señor Lew lo bajó al salón, desenrolló el cordel y deshizo los nudos, dejando un único extremo atado a una de las patas del monstruo. Del viejo costurero rescató una aguja con la que cosió las heridas y cortes que lucía la piel de la criatura.

Abrió la ventana. El viento empujaba las copas de los árboles en constante contoneo.

“¿Queréis ver volar al dragón?”, preguntó mientras cogía al animal y nos animaba a salir al jardín.

A Sara entregó la madeja para que no escapara y a mí me lo puso en los brazos.

“Corre. Y cuando sientas que tira de ti, suéltalo para que pueda elevarse”.

De eso hace ya mucho tiempo. A veces pienso que no era más que una simple y vieja cometa, pero no. Estoy seguro de lo que vi. Era un dragón.



Blog: http://microrrelatoseneltejado.blogspot.com/



Montse Aguilera

Único

El híbrido mira sin comprender. 
Desconoce que es el descendiente, único e insustituible, de un ave fénix y un águila imperial.
Sus ojos dorados sólo transmiten la tristeza que supone permanecer atado al bello soporte de madera tallada, sin poder desplegar sus alas de fuego en la inmensidad celeste.
Una llamarada de trinos brota de su falta de libertad y se consume en una humareda azul.


Blog:  http://letrasparapasarunrato.blogspot.com/


2 comentarios:

  1. Gracias Sara!!! Es un honor estar en este precioso rincón de tu casa.

    Besos desde el aire

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  2. Gracias Sara por ofrecernos tus sugerentes ilustraciones. Un abrazo.

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