Este microrrelato ha sido publicado hoy en la revista La Esfera Cultural.
Ven querida, acércate, quiero tocarte. ¡Qué cutis tan suave! ¡Qué rasgos tan armoniosos! Siéntate aquí en el sofá. Cuéntame tus periplos en el bosque. ¿Has visto un dócil animal a la sombra del camino? ¿Has oído, tal vez, sus tímidos aullidos de advertencia? No temas. Mis manos están tan agarrotadas como mi voz. Mis ojos, tan turbios como mis reflejos. Y mis mandíbulas, tan débiles como los dientes que ya no tengo. Soy el lobo dentro de tu abuelita. Ella yerra por el monte, desperdiciando mi cuerpo.
Interesante cambio de roles.
ResponderEliminarMagistralmente relatado, Sara.
Un beso.
Gracias, MJ. Son cuentos tan clásicos que a veces les viene bien un cambio : )
ResponderEliminarBesos.
Los hermanos Grimm, como buenos alemanes, estaban interesados en construr, transcribiendo los cuentos recibidos por boca de los narradores populares, un monumento viviente de la lengua alemana en una Alemania sometida a Napoleón ( operación por la que lograron un amplio reconocimiento del gobierno prusiano ). Los Grimm, en el terreno cuentistico, han estado entre los grandes liberadores de la literatura infantil. La lección de los cuentos populares calentada a la luz del sol romántico, les sirvió para llegar a la plena liberación de su fantasía y a la conquista del lenguaje adecuado para hablar a los niños sin puerilidades. Seguro que están orgullosos de este cambio que tú tan brillantemente le has dado, Sara.
ResponderEliminarEs el hombre el mayor depredador de este mundo. Engullimos hasta al más fiero de los seres de este planeta, nosotros mismos.
ResponderEliminarEs curioso, Amigo mortal, que no recuerdo haber leído de niña estos cuentos clásicos, y sin embargo los conozco. Ahora que yo se los leo a mi hijo, me doy cuenta por qué.
ResponderEliminarBuena frase, Cormorán. Gracias por pasarte por aquí a comentar.
Abrazos para ambos.
Genial, Sara, muy bueno.
ResponderEliminarBesos.
Gracias, Torcuato.
ResponderEliminarBesos también para ti.