Al
entrar en la oscura buhardilla tropecé con lo que resultó ser un camión de
juguete. La mugre acumulada en la claraboya durante tantos años de ausencia no
dejaba pasar la claridad del día. Limpié con esmero el tragaluz y el cielo
volvió a irrumpir en la habitación tan celeste como lo recordaba, las nubes
flotaron nuevamente sobre mi cabeza y los rayos del sol se filtraron con toda
su intensidad. Solo los gorriones se quedaron fuera, con sus cuerpitos
destrozados tras chocar contra el cristal transparente.
Me gustó, especialmente la imagen de los gorriones chocando contra el cristal. Nos suele suceder a los humanos. A veces nos acostumbramos tanto a convivir con nuestras propias tinieblas que ante un rayo de esperanza nos obnubilamos. Besos
ResponderEliminarEs verdad, Eduardo. Cuando todo se aclara, cuando la luz por fin entra en nuestra vida, pensamos que hay trampa, que lo bueno no puede durar, que en cualquier momento la felicidad se empaña.
EliminarGracias por la visita. Un saludo.
Para mi la vida es un constante regreso a los lugares que te dan sosiego, tranquilidad para el alma.
ResponderEliminarSaludos
Para mí el sosiego está en estar a solas conmigo misma, en encontrarme allí, a pesar de la vorágine exterior en la que me suelo perder.
EliminarUn abrazo, Nel.
Ese final asesino de gorriones me ha dejado apenada, ay, con lo que me gustan los gorriones...
ResponderEliminarUn beso, Sara.
Pobres gorriones, sí. Debería haber dejado la claraboya abierta para que entraran en tropel. Sería más idílico. Aunque así podría comenzar también una película de Hitchcock :-)
EliminarUn beso, Isabel.
Por lo menos solo fueron gorriones los que chocaron contra el cristal. Hace unos años estabamos trabajando en nuestra oficina cacereña un compañero y yo, y el que chocó contra nuestra ventana fue nada menos que un buitre leonado que despues cayó a la calle. Afortundamente no sufrió daño alguno. Fijate cuando he leido tu relato me has recordado esta peripecia que afortunadamente para el buitre acabó bien.
ResponderEliminarUn saludo.
A nosotros se nos atascó una vez el extractor de aire y al desarmarlo nos encontramos con un pájaro... Prefiero la historia del buitre del que hablas, por lo menos acabó bien :-)
EliminarUn abrazo.
kaunis ja vähän surullinen pienois novelli.
ResponderEliminarSiempre un punto no deja que la situación sea perfecta.
ResponderEliminarQué buen final, Sara, completamente inesperado.
ResponderEliminar¡Saludos!