viernes, 16 de agosto de 2013

Piratas

   Tras abordar el “White Princess” —el lujoso velero con el que los Wilson atravesaban el Cuerno de África— Muwafaq se dispuso a cuantificar su botín: tres tripulantes italianos (el capitán se había resistido y habría que negociar con su cuerpo), un millonario inglés y su rimbombante esposa, por los que pediría un buen rescate; un par de Rolex, joyas, whisky del bueno y bastante dinero en efectivo… Sonrió satisfecho frente al espejo del camarote y su reflejo le devolvió un gesto triunfal, muy parecido al del jefe Bash hace años, cuando lo reclutó a él y a los otros niños después de masacrar al resto del poblado.  
   —¡No, Muwafaq ya no es así! —se increpó arrojando con rabia al espejo una copa de champán sin apurar que había en la mesilla—, yo no soy como ese miserable de Bash, ya no derramo la sangre de los míos. 


(Foto propia)

Aprovecho para despedirme hasta septiembre, me tomo un descanso.
¡Felices vacaciones!


6 comentarios:

  1. Un final contundente, y un desarrollo con aroma clásico.

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    1. Gracias por leerme y comentar, Miguelángel.
      Un abrazo.

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  2. Potente el texto. Descansa, Sara. Disfruta mucho.

    Un abrazo.

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    1. Es lo que ha salido, sí. Potente como no podía ser de otra manera para estos temas.
      Gracias, Albada. Estoy intentando desconectar del ordenador y disfrutar de la playa que la tengo tan cerca.
      Un abrazo.

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  3. El pirata nos rodea más de lo que pensamos. Hay piratas apenas salimos a la calle, encendemos la televisión, ... Por eso tu historia es dulce, aunque la rodee cierto grado de amargura. Me ha hecho gozar de ella.

    Saludos

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    1. Los piratas nos rodean, así estamos siempre al loro, prevenidos, precavidos para que no nos quiten lo nuestro. No necesariamente objetos materiales, sino también el aire limpio que respiramos, el agua, la libertad de expresión, de movimiento...
      Un abrazo, Nel.

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