Buscaba afanosamente su cuerpo de sitio en sitio. En el burdel donde por
primera vez lo sintió perdido solo quedaban las culpas que, como siempre, lo
acompañaron a casa. Allí encontró a su mujer durmiendo junto a otro cuerpo que
no era el suyo. Desesperado rondó la casa intentando hallarse mientras pensaba
que se lo tenía bien merecido por engañarla. Entonces sintió los celos de ella
clavados en su pecho y ese dolor agudo que todavía le agujereaba el alma. Un
goteo sangrante de recuerdos lo llevó a rastras por el jardín hasta aquel
triste agujero cavado en la tierra.
A veces es peor encontrarse a uno mismo...
ResponderEliminarTremendo laberinto de recuerdos y sensaciones, donde, al final, siempre desemboca la... cruda y dura realidad: la muerte.
Un besoooo
Me ha impactado como puedes decir con las palabras justas y una imagen toda una historia de culpas y castigo.
ResponderEliminarExcelente Sara, como siempre.
Un abrazo.
Excelente, Sara, me encantó.
ResponderEliminar¡Saludos!
No hay prisa por recorrer los laberintos de la vida, pero según propones....algún se han de transitar. Una entrada muy aguda y escrita de forma circular. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn abrazo