El muchacho cargaba los fardos sobre su espalda mientras ojos furtivos lo miraban con deseo. Sus cuidados movimientos indicaban que se sentía observado. Sabía que sus abultados músculos se intuían bajo la camiseta sudada y que sus rasgos exóticos llamaban la atención. Se había acabado por acostumbrar a que las chicas pasasen frente a la obra y le lanzasen piropos, silbidos y miradas. Ellas repetían todos los días el mismo ritual aunque suponían que, tras su apariencia provocadora, había un hombre abocado a su familia.
Me has provocado una sonrisa, Sara. El mundo del revés. No me extrañaría nada que las chicas supongan bien.
ResponderEliminarUn beso
A ver si así descubren que tal la carne hay algo mas. Que la piel se arruga y envejece, lo de dentro madura.
ResponderEliminarBesitos Sara
No está nada mal este cambio de papeles. Muy divertido.
ResponderEliminarBesos.
No sé cómo sea en tu país, pero en el mío es de lo más normal. Yo vivo en Argentina, pero soy de Brasil, allí la iniciativa la tiene la mujer, como en todos lados, pero es más explícita... más osada. Un relato que deja muchas cosas para decir, pero siento que sería profanar ese punto final que quisiste poner allí.
ResponderEliminarUn gran cariño.
Humberto.
Por cierto, también voy a colocar un link con este espacio, no como "coprestación", sino porque en verdad me gustaría que los que pasan por HD vinieran también aquí. Te aseguro que los seguidores de mi blog, visitan los que aparecen en la lista.
¡Jaja! ¡Qué bueno, Sara!
ResponderEliminarMe recuerda a aquel anuncio de Coca Cola donde salía un 'cachas' como éste y las chicas lo miraban desde la ventana de la oficina babeando.
Un besote.
Quise invertir el tópico, Patricia. Me alegra tu sonrisa.
ResponderEliminarTodos envejecemos, Nuria. Por eso llama la atención alguien que está en "su mejor momento".
De vez en cuando viene bien un micro divertido y ligerito, Elisa.
Hola Humberto. Aquí en España son bastante cortados (ambos sexos) en cambio en Argentina son más osados (lo sé porque nací allí).
Algo así, MJ. Como la imagen de un anuncio.
Besos y abrazos.
En nuestros días, el cuerpo dice más que antes. La visión del cuerpo es el encuentro del que parte el deseo. Para bien y para mal, estas cosas son así, ambivalentes todas. El caso es que el amor precisa hoy del cuerpo, y no estoy hablando de sexo, el cuerpo son también los ojos y la boca que pronuncia las palabras, a su vez parte de él, como los gestos. El amor necesita la sonrisa, el entornarse de los ojos, la respiración y hasta el andar de la otra persona. Hoy no se puede mantener sin eso el amor. Los que intentan nadar contra corriente lo hacen subidos en la nave del recuerdo de ese cuerpo que añoran y, tarde o temprano, sucumben, y sólo anhelan copular con su alma...
ResponderEliminarPero hoy hay un fenómeno todavía más radical que
ese. Hoy hay gente que se enamora en los chats o en los emails, etc, que tejen su amor por conversación o mensajes cibernéticos. Ahí el cuerpo no es presencia, ni memoria, pero sí promesa, y, en este caso, la promesa sostiene el amor...
Poco se puede decir ante tus palabras, Amigo mortal, tan ciertas y reveladoras. El cuerpo termina siendo un recuerdo del pasado, porque se aja, se afloja con el tiempo; y las promesas son un futuro que nunca llega. Al final, solo el amor "es".
ResponderEliminarUn saludo.
Creo que en esta historia hay un detalle que marca irremediablemente la diferencia entre los sexos. Un hombre, al "piropear" a una mujer, no se plantéa más que un deseo de un presente inmediato y fugaz. Un impulso animal y casi salvaje de desahogo instintivo. En tu historia, ese final realmente humano, solo pasa por la mente de la mujer. El situar al objeto de deseo en su contexto habitual y familiar, anteponiéndolo al propio por satisfacer, nunca pasaría por la mente masculina.
ResponderEliminarTe mando un piropo afeminado :)
Muy acertado tu comentario, Cormorán. Por mucho que se quieran invertir los tópicos, en muchos casos somos diferentes. A nosotras no se nos escaparían esos detalles...
ResponderEliminarOtro piropo para ti :)