Tras el
brutal atraco a la finca de la sierra donde los Salazar pasaban el verano, Edma,
la hija pequeña, permaneció escondida largo tiempo detrás de las cortinas del
salón. Ella tenía mucho miedo. Se negaba a enfrentarse con la muerte que la
aguardaba al otro lado. Allí continuó minutos que parecían horas, días que
parecían meses, mientras que su atormentada familia se inventaba todo tipo de
triquiñuelas para hacerla salir. No hizo caso de las teatrales súplicas de su
madre, ni de los incesantes correteos de sus hermanos invitándola a jugar, ni tampoco del tono grave y severo con que la
llamaba su apocado padre. Solo la criada
—que acababa de regresar de un par de días de asueto— pareció percatarse
de su situación. “No tema m’hija, no tema”, repitió Jacinta con el rostro desencajado, al tiempo
que apretaba en sus manos la cruz que colgaba de su cuello y salía presurosa a
buscar ayuda. Poco después llegó el santero recitando a viva voz sus rezos.
Cuando hubo terminado aquellos complejos rituales, Edma Salazar al fin sintió
que la paz invadía la estancia y aceptó abrazar su destino, saliendo a la luz. Sus
trenzas negras flotaban en el aire mientras corría, sollozando, hacia los
policías que levantaban los cadáveres. “¡Se han ido!”, exclamó con un gritillo
entre aliviado y doliente. “¡Se han ido!”.
Admiro como te acercas a esa realidad que es la vida humana...
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
Acercarse a la realidad siempre es mejor que huir de ella.
EliminarOtro fuerte abrazo para ti, Amigo mortal.
A sus pies!!! de esos micros que te tocan. Esperemos que la situación actual no nos lleve a vivir situaciones así.
ResponderEliminarBesos varios!
Espero que no, Juanlu. Hay que mantener la cordura y buscar la manera de aportar a la sociedad, y no quitarle lo suyo a los demás. Al escribir este cuento pensé ambientarlo en México, por esa violencia atroz que allí se vive.
EliminarUn abrazo.
Lo primero que vi al llegar, obviamente, fue el dibujo: la niñita, tan asustada la pobre, es preciosa. Y el micro me ha puesto la piel de gallina. Belleza, terror, crimen, ternura, realidad, fantasía, no le falta nada a tu trabajo. A tu extraordinario trabajo.
ResponderEliminarBravo, Sara!!!
Gracias, Patricia. He empatizado tanto con este texto mientras lo escribía, que la niña la dibujé en apenas unos minutos. Casi podía verla.
EliminarUn abrazo.
Uff, Sara, qué miedo me has hecho pasar con este micro. Lo mismo emocionas que atemorizas, tienes una capacidad muy grande a la hora de crear.
ResponderEliminarY la niña, una dulzura.
Un abrazo
El miedo se acrecienta cuando se ve con los ojos de un niño, con esa mirada infinita y profunda que tienen.
EliminarUn abrazo, Paloma.
Se apreciaba tristeza, miedo, melancolía e incredulidad en el dibujo de la preciosa niña, pero nos tenías reservada una tremenda realidad.
ResponderEliminarLo he leído dos veces porque en la primera lectura no me lo quería creer... Ya no he tenido ninguna duda: no temía a los ladrones y asesinos, temía a los fantasmas familiares.
Espectacular, me ha encantado. Me llenan los micros inteligentes.
Un besoooo, Sara.
Dicen que los niños son capaces de ver más allá. Y dos días sola con los muertos puede ser aterrador. Por eso ese: "Se han ido" significa muchas cosas, demasiadas.
EliminarOtro besoooo, Petra.
Esa niña, esos ojos, qué bien has dibujado su miedo, su asombro y todo un conjunto de emociones que sobrepasan a la razón humana. Qué relato Sara, de auténtico terror.
ResponderEliminarUn abrazo desde mi mar.
A veces pasa que los protagonistas traspasan el relato al plasmarlos en papel. Y desde allí, quién sabe si también traspasan el dibujo...
EliminarGracias, Yashira. Otro abrazo marino para ti.
Espectacular, Sara. Tremendo el "aceptó abrazar su destino" y sólo pasí pudo salir. La ilustración es conmovedora, esos ojos cuentan todo! Felicitaciones! Saludos van!
ResponderEliminarEsa frase es real, auténtica. Solo así se puede salir de una tragedia.
EliminarUn abrazo, Sandra. Una alegría tu visita.
¡Sara!, es un dibujo precioso ...de álbum de coleccionista. ;) El micro esconde el terror, el miedo y la angustia de esa carita dulce que dan ganas de abrazarla. El final es buenísimo.
ResponderEliminarMe ha encantado y dominas a la perfección este tipo de ilustraciones en las que te prodigas tan poquito. ;)
Encantada de venir a ver y degustar tu arte.
Besos, muchos.
¿Sabes? Dibujando a esa niña me sentí una niña, porque ese tipo de dibujos hacía a esas edades. Quizás tengo que olvidarme un poco que soy "adulta" para volver a hacer ilustraciones como estas.
EliminarGracias por tu visita. Besos.
Tremendo, Sara. Es un relato que, a medida que lo vas leyendo, vas pensando "no, no puede ser", y al final es. Es curioso, porque aunque te lo imaginas, esperas que haya un golpe de timón que cambie el final. Y eso, creo, es gracias a la ternura que se refleja en ese dibujo: no quieres que le pase nada malo a la pequeña.
ResponderEliminarUn abrazo.
Soy consciente de que las ilustraciones condicionan mucho los textos. En este caso, provoca empatía con la protagonista. El final no busca tanto la sorpresa, sino el golpe emocional.
EliminarGracias, Raúl por tu comentario. Un abrazo.
Un nudo en la garganta.
ResponderEliminarYo desde que lo terminé de escribir no puedo desatarlo...
EliminarUn saludo, Claudio.
Esos ojos tan abiertos interrogan además de implorar. Me ha gustado mucho la forma de acercarte a la visión de un asesinato en los ojos de un niño. Es un fotograma que Edma no podrá olvidar jamás, pero ese conjuro del miedo, que la permite abrazar su destino, le da la luz al texto.
ResponderEliminarun abrazo
Los fantasmas del pasado deben descansar en paz para que podamos abrazar la luz y seguir adelante.
EliminarGracias como siempre, Albada, por tu compañía.
Besos.
Simplemente, genial.
ResponderEliminarToda una alegría viniendo de ti, Aurora.
EliminarUn abrazo.
Casi he oído el sonido atronador con que algo se me ha caído a los pies. Una maravilla, Sara. Da gusto leer cosas así de bien construídas. De lo mejor que te he leído.
ResponderEliminarUn abrazo.
Estas son historias que se construyen poco a poco: mientras duermes, haces la comida o te duchas. Y que en el papel adquieren vida propia.
EliminarGracias por tus palabras, Miguelángel.
Un abrazo.
Un relato estremecedor Sara. Me encantó y la ilustración es preciosa, muy expresiva.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Estremecedor como la vida misma, Rosa.
EliminarUn abrazo.
Muy bien construido ese trabajo con los miedos.
ResponderEliminarDos miedos antagónicos que aquí se juntan: el miedo a las presencias extrañas, y el miedo a la pérdida.
EliminarGracias por tu visita, Mei.
Bonito dibujo Sara, con la expresión exacta en su carita.
ResponderEliminarEl texto, aunque al principio algo supuse, lo terminaste envolviendo en con un quite magistral. Final tremendo. Enhorabuena.
Saludos
Y pensar que ese final para ella es el principio de otra vida. Ya nada volverá a ser como antes.
EliminarMe alegra verte de nuevo por aquí, Enmascarado. Un saludo.
Qué escalofríos! Y es que cuando se mezclan niños y fantasmas me pongo miedica..
ResponderEliminarUn saludo indio
Mitakuye oyasin
Y quién no, David.
EliminarUn beso.
La mirada de un niño llega mucho más allá de lo que cualquier adulto alcanza a ver, menos mal que finalmente encontró la calma.
ResponderEliminarMe ha intranquilizado pero también me ha gustado.
Un beso.
Me gustan, y mucho, estas situaciones de mal rollito. Sobre todo por estar como espectador claro.
ResponderEliminarUn besote
Muy hermoso y sugerente.
ResponderEliminarUn micro tremendo, Sara. Es muy visual y crea emociones encontradas. Ese final muy bueno.
ResponderEliminarY el dibujo, ¿qué puedo decirte? es muy expresivo y lleno de vida.
Besitos
Te he descubierto...y me encantas.
ResponderEliminarUn abrazo.