sábado, 3 de diciembre de 2016

Distancias

Ejercicio literario propuesto en los "Viernes creativos" del blog: El Bic Naranja

Me acuerdo de cuando mi abuela mató a mi gata. Le puso vidrio picado en la comida. Lo supe porque cuando volví de la escuela me encontré los restos en el plato del jardín en el que yo solía ponerle las sobras. Y había también vómitos de sangre entre las hierbas y sobre el muro bajo que separaba la casa con la del vecino. Lloré, claro. Y la tristeza era tan grande como la rabia. Yo tenía unos seis o siete años por aquel entonces, y había acogido a esa gata callejera unos meses atrás. Venía a visitarme al patio todas las tardes. Yo la alimentaba e intentaba acariciarla. Era algo arisca, pero de ojos profundos y cálidos. El pelaje negro le brillaba tanto que no recuerdo bien la distribución de sus manchas blancas. La gata se quedaba conmigo mientras yo examinaba los insectos, escarbaba en la tierra con un palito o me sentaba a comerme un mango anaranjado y fibroso que acababa de arrancar del árbol. Mi hermano decía que la gata era igualita a una que habían mandado en un cohete unos años atrás, que él lo había visto en una revista. Por eso aquella fatídica tarde me obligué a pensar que ella no se había ido al cielo, (que de allí no se volvía), sino que había viajado muy, muy lejos: al espacio. 





8 comentarios:

  1. Un recuerdo triste, pero muy bien recordado Sara. Me ha gustado volver por aquí, recordar viejos momentos.
    Un abrazo.

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    1. Gracias por la visita, Yashira. Y por tu comentario. Un abrazo.

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  2. Tus palabras, cargadas de ayer, son reflejo de lo que todos queremos. Que estén lejos, sí muy lejos...pero viviendo en un firmamento.

    Un abrazo

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    1. Es bueno dejar aflorar recuerdos, Albada. Aunque puedan llegar a ser tristes, son vivencias que nos han forjado como somos.Siempre que los miremos con la distancia y madurez necesaria.
      Un abrazo.

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  3. Pues ese cohete lo hubiera apuntado hacia la puñetera abuela.
    Sara, cuanto tiempo!!!
    Besos

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    1. Hola Torcuato. Es verdad, ¡¡cuánto tiempo!!
      Ay las abuelas, no todas se ajustan al ideal que tenemos de ellas...
      Un abrazo.

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