Entre su abundante melena negra y rizada alberga los mundos, iluminados a su vez por el brillo que desprende cada hebra de sus trenzas. Es una madre fuerte y protectora dotada de entendimiento, y también una reina que sabe ocupar su trono, ese destinado únicamente para ella. Puede llegar a ser feroz (más cuando defiende lo que es suyo), pero también delicada y suave: no crean que ha perdido la inocencia. Sus mejillas se encienden cuando se acerca el rey ¡Cuánta energía hay en ella!
Es un cuento precioso, como para niños, que realmente no dejamos de serlo nunca. Las reinas tienen muchos tronos que ocupar y pocos reconocimientos. El trono de madre amorosa de sus hijos, de madre protectora de los mismos, de esposa y compañera enamorada...
ResponderEliminarEs verdad, Cormorán, que tiene el ritmo de un cuento infantil; quizás para recordarnos que no perdamos la inocencia. Y que tampoco nos olvidemos de ocupar nuestro trono, ese lugar destinado para nosotros, para que reinemos nuestro propio mundo y desarrollemos nuestro potencial.
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