El leve crujir
de la viga de la que cuelga su padre le hace rechinar los dientes y erizar la
piel. Desde que se despertó no ha cesado de mirarlo, apoyado en los barrotes de
la cuna. Debería haber previsto que el autor lo dejaría huérfano y solo al
final del cuento. Ahora ya no hay nada que pueda hacer. Continuará atrapado en
esa última escena, aguardando para siempre la ayuda que el lector supone que de
un momento a otro llegará.
(basado en el micro ganador de
ReC de la semana pasada)
El micro me gusta, pero lo resalz más el dibujo. Tienes un estilo dibujando que no había visto nunca. Es electrizante, emotivo, inspirador. Muy auténtico.
ResponderEliminarMe gusta. Sigue sorprendiéndonos con estas bellezas.
Un abrazo
Gracias, Francisco. Los dibujos son sólo trazos enredados con mayor o menor fortuna, como esa soga al cuello...
EliminarUn abrazo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarExcelente.
ResponderEliminarSalvo lo monstruoso, nada se hace enteramente visible hasta que no está formado del todo, hasta que no está acabado, " después del fin ".
Un abrazo.
Yo sólo pensaba cuando lo escribí en nuestra "responsabilidad" como creadores de personajes, en si basta la imaginación del lector para resolver o superar las situaciones, a menudo extremas, en las que los dejamos.
EliminarUn abrazo, Amigo mortal.
Inteligente combinación de historia literaria: autor, lector ...dándose la mano para desenmascarar esta tragedia. Muy bueno Sara!, la verdad es que me has dejado con la boca abierta por la plasmación de esta historia breve con esa imágen potente de la cuna, y el padre; del autor y del lector.
ResponderEliminarUn besote y mucha suerte para la próxima semana.
Es que es así: en los microrrelatos estamos todos implicados en la historia :-)
EliminarGracias, Laura. Un abrazo.
Si dependiera de mi, no le dejaría sin papá.
ResponderEliminarOriginal este micro, Sara.
Me gustó
Un abrazo
En los cuentos, como en la vida, pasa de todo. Felicidades y alegrías se dan la mano. Si es un final feliz, suponemos que no durará y si es triste, también.
EliminarGracias, Rosy. Un abrazo.
ES genial!!!
ResponderEliminarLo comparto en las redes!!
Un besote ( o dos).
Gracias Kayla por compartir. Ayer estuve un largo rato leyendo los haikus de tu blog. Y no me canso.
EliminarBesos.
Metaficción un poco angustiosa, por lo que todos tenemos de padres encerrando a bebés en una escena y de lectores con las llaves de la liberación. Uf, mucha responsabilidad nos cargas...
ResponderEliminarMe parece una apuesta muy valiente. Abrazos
De eso quería hablar en este cuento, de los finales angustiosos que tanto solemos usar (me incluyo la primera) para que el lector se haga cargo de ellos.
EliminarY sí, es una apuesta arriesgada, y sabía que no estaría en la radio con ella :-) pero es lo que me salió, y no lo iba a censurar.
Gracias Susana por pasarte por aquí. Besos.
Después del fin viene el principio y así dale que va... ni los cuentos están quietos.
ResponderEliminarLs barrotes aprisionan para los dos lados, y para ninguno, y los hijos y los cuentos son hijos y padres de lectores y más cuentos, etc...
Creo que esta no será mi última visita, mas si el final estuviera de alguna manera escrito, veremos qué nos trae el río de los principicios...
Hola Alejandro. Muchas gracias por la visita.
EliminarUn saludo.
Esta semana el principio de Rec, al menos par amí ha sido más latoso, pero estoy leyendo preciosidades como tu micro. Te ha quedado de lujo.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Llegará? o en este formato de mundo se quedará allí peregne.
ResponderEliminarUn besazo!
Esta frase ha dado muy buenos resultados. La tuya "apoyado en los barrotes de la cuna" ya da grima. Me ha gustado mucho este cuento sin fin, un bucle.
ResponderEliminarBesos
Me encanta, qué nivelazo. Los que juegan con la metaficción suelen atraparme siempre, porque son difíciles y están llenos de misterio y paradoja. Y este es un gran ejemplar, con una historia llena de fuerza además de las preguntas finales. Un abrazo, Sara.
ResponderEliminarLas páginas de los cuentos se entrelazan con los barrotes, donde se apoyan los pies de los padres mientras, bajando la voz, esperan, leyendo el cuento, que el niño acabe por dormirse.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sólo le queda esperar que el autor sea amigo de segundas partes.
ResponderEliminarFascinante. Imposible no sentirse un poco bajo la piel de ese bebé mirando a su padre allí arriba.
ResponderEliminar¡Saludos!