miércoles, 18 de enero de 2017

Cuento de invierno

(Este cuento participa en la propuesta de Esta noche te cuento, sobre perros y gatos)

Las orejas largas en vaivén, el hocico brillante, los ojos juguetones, ansiosos. Lalou cavaba frenéticamente alternando las dos patas delanteras, creando una montaña de tierra reseca y una nube de polvo a su alrededor. Paraba de vez en cuando y, sin dejar de jadear, observaba como el hoyo iba creciendo. Como sus expectativas de encontrar  allí a su amo. Sin embargo, en cuanto comenzó a entrever la madera, su actitud cambió. Aulló, giró en círculos y se acurrucó sobre el féretro. Las gárgolas de la torre solo vieron un pequeño bulto color canela en la álgida oscuridad del cementerio. Desde lo alto todo parece perder su relevancia. Quizás por eso el viejo Julien Baptiste aún merodeaba entre las tumbas.  
Un olor conocido, a tabaco y libro rancio, envolvió al perro en su ensoñación. No le faltaron las caricias, las palmadas en el lomo ni un cálido regazo donde olvidarse del frío que se le iría metiendo en el cuerpo durante la noche.
Y como no todos los sueños  buenos se disipan al llegar la mañana, Lalou nunca despertó. 




2 comentarios:

  1. Triste, nostálgico... en esa linea. Celebro tus letras.
    Salud.

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    1. Gracias, Miguel Ángel, por el comentario y por pasarte siempre por aquí a leer.
      Un abrazo.

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