jueves, 10 de agosto de 2017

Vivencias extremas

(Este cuento participa en la propuesta de Esta noche te cuento, sobre viajeros y viajantes)

Marta entrechocaba las palabras hasta que salían oliendo a chicle de fresa. De vez en cuando una pompa rosa explotaba junto a un: «¿y si robamos un banco?», «¿y si después nos vamos lejos?». Juancho asentía, condescendiente, mientras pensaba que vaya locuras se le ocurrían.

«Si no hubiese estado tan colado por ella ahora todo sería diferente», rememoró mientras deslizaba la mopa por los pasillos. Al principio fueron pequeños hurtos en el pueblo. Ya en la capital se atrevieron con una joyería. La huida los llevó a Francia y desde ahí fue un no parar: una sucursal bancaria en Nancy, otra en Bruselas… Se sentían invencibles, demasiado confiados. En Suiza subestimaron el tiempo de respuesta de la policía y tuvieron que escapar a toda prisa por la azotea. Marta calculó mal el salto y a él lo encerraron allí.

Un enfermero se acercó e introdujo dos pastillas en su boca entreabierta.

Arrastrando torpemente la mopa, Juancho se afanaba en continuar inventándose recuerdos: Eugenia y él sobre el rompeolas, después de trepar entre resbalones y risas las piedras. Ella señalando hacia el puerto con una repentina idea enardeciendo su voz: «¿Y si birlamos aquel velero y nos echamos a navegar?».





6 comentarios:

  1. Los planes hechos y la contundencia de la realidad.

    Buen texto. Un beso

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    1. Ante una realidad inamovible, solo quedan los sueños.
      Un abrazo.

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  2. El mundo no permite locuras, digan lo que digan. Palabra de loco.
    Un gusto leerte, que tan poco te prodigas.
    Salud.

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    1. Siempre hay quién está dispuesto a hacer locuras, aunque luego tenga que asumir las consecuencias.
      Es verdad, Miguel Ángel, escribo poco últimamente. Estoy liada con otras cosas.
      Gracias por la visita. Un saludo.

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  3. Las cosas nunca son al final como queremos, pero sí lo pueden ser en nuestros sueños. Felicidades por el relato. ¡Un saludo!

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