El arrullo de las olas lo adormece. Se deja acunar y zarandear como un náufrago resignado en brazos del océano. Sólo queda él en la pequeña embarcación. Sueña que está en un moisés y que pronto una princesa lo sacará de las aguas. Nada sucede. Continúa a la deriva en ese inmenso desierto mojado de sal. Despierta cuando su barca destrozada ya está varada en la playa. Ha llegado a la tierra prometida. Se arrastra entre pequeñas dunas y palmeras hasta que grandes edificios aparecen ante su vista. Ha sobrevivido a su éxodo y aún así, sabe que no es suficiente. No sin papeles.
Posiblemente lo drámatico del tema, haya hecho que la ilustración séa la más simple que te conozca. Entendiendo simple como poco barroca.
ResponderEliminarVisto lo que les espera, y que desconocen, uno piensa que es preferible sentirse arrullado en un moises y con las esperanzas vigentes. Esos edificios que asustan más que la peor tempestad...
Un saludo Sara
El tema me ha sugerido una ilustración más "gráfica", en parte por que es recurrente en periódicos y noticias, y por lo que tú dices, su dramatismo.
ResponderEliminarGracias por comentar, Cormorán.
Qué forma tan bella de contar el suplicio de los que arriesgan su vida buscando libertad y trabajo.
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado, Artistalight. Gracias por tu visita y por comentar. Un saludo.
ResponderEliminarA muchas personas les molesta que vengan otras personas de otros lugares. No comprenden que la tierra no es de nadie y quien se mueve, arrancando sus raices, lo hace por motivos imperiosos.
ResponderEliminarBuen texto e ilustración, Sara.
Besos.
Gracias, Torcuato. Llevo ya muchos años en este país, pero alguna vez yo también llegué de lejos. Sin duda, es más duro para aquellos que arriesgan su vida en el intento.
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