Me arrastro
por el suelo agreste camuflado por mis ropas avanzando despacio pero sin pausa
hasta el siguiente montículo de tierra, y allí me guarezco un rato de las balas
mientras descargo las mías. Ya sin munición, empujo mi cuerpo magullado y
sediento por esta tierra estéril hasta un raquítico arbusto dónde caigo rendido
por el calor y el disparo.
La gloria es una planta que prospera allí donde muere un hombre que lucha por la libertad...
ResponderEliminarYo creo que cae más por la bala,esa planta llega un segundo tarde, o él llega un instante pronto.
ResponderEliminarEstá chulo.Un abrazo
No sé qué tipo de planta es pero me gusta el juego de la sed, la aridez del terreno y la idea implícita de que él va a acabar regando con su fluido vital ese arbusto. Hace pensar.
ResponderEliminarEs una foto de ese último momento que quizás se repite a lo largo de todas las guerras.
ResponderEliminarBesitos
Los relatos de muertos o próximamente muertos contados en 1° persona son mi debilidad. Recuerdo "London Fields", creo, de Martn Amis que abre diciendo "yo ya estoy muerto".
ResponderEliminarPero en este caso estamos contigo y el efecto en mí fue el mismo: placer.
Besos.
Entonces el mundo debería estar colmado de árboles así, Amigo mortal.
ResponderEliminarBonita frase.
Hola Albada. Claro que cae por la bala :) Un beso.
Montse. Es una imagen muy potente la que planteas del soldado regando con su sangre ese arbusto reseco.
Hola Elysa. Es eso, un retrato de ese último instante de un soldado anónimo, uno más de tantos...
Humberto. A mí también me gustan este tipo de relatos. Aunque, quién dice que el soldado ha muerto. Tal vez alguien lo rescató y lo llevó al hospital...
Abrazos.
Sara, es dura la guerra. A veces no queda más remedio que vivirla así.
ResponderEliminarMuy buen micro y gran ilustración.
Un beso.
Me encantan los micros en los que el efecto está en la última palabra, y este te ha quedado perfecto, Sara.
ResponderEliminarUn abrazo.
Nicolás. A veces no nos queda más remedio que vivir lo que nos toca vivir. Gracias por tu comentario.
ResponderEliminarEn efecto, Roberto, es ese "disparo" el que remata el final de la crónica.
Abrazos a ambos.
Otra genialidad, querida Sara.
ResponderEliminarExcelente ilustración al servicio de un inmejorable texto o viceversa.
Un beso.
Me ha gustado mucho. Creo que los libros y las historias de guerra y muerte llegan al corazón con cierta tristeza.
ResponderEliminarSi quieres puedes pasarte por mi blog, a ver si consigo media sonrisa.
http://lairaconira.blogspot.com/
1 beso!
Gracias, MJ. Un beso.
ResponderEliminarHola Laira. Estupendo tu blog. Un placer leerte.
Besos.
Como a mí no me gustan los relatos donde lo cuenta el muerto en primera persona, me tomo la libertad de imaginar que no se muere; que lo rescatan; y que el título "crónica final" sólo obedece a que escribió su última crónica de guerra, dedicándose, el resto de su vida, a ser corresponsal en El Vaticano (por ejemplo, aunque allí no estará libre de maldad).
ResponderEliminarBueno, todo esto es por jugar y felicitar a Sara por estar creativamente tan viva en lo litarario y en sus preciosas ilustraciones, y enviarle un besito y un fuerte abrazo.
Me encanta el final que imaginas, Luis. Y gracias por tu comentario. En realidad es cuando estoy creativa cuando me siento "viva" de verdad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Segun leía el relato me imaginaba a una persona cualquiera en esta guerra que es la vida. Lo veía ejecutivo comprando y vendiendo acciones como balas en la guerra. Desgastado por la vida y herido por las finanzas trata de refugierse en el origen de la naturaleza.
ResponderEliminarUn saludo Sara
Toda guerra es una metáfora de una vida desaforada, Cormorán, de esas que terminan muy mal o, en el mejor de los casos, aprenden de los errores cometidos y encuentran la paz.
ResponderEliminarUn saludo.