Nunca fui
supersticiosa, por eso no me importó alquilar el piso cuando me lo ofrecieron a
buen precio. Era cómodo, espacioso y los rayos de sol se colaban afilados por
las persianas. Solo me apenaba que los vecinos no simpatizaran con ese
número y pasaran por mi puerta como si no existiera. Con el tiempo, el
apartamento dejó de parecerme tan amplio como al principio. Tenía la impresión
de que las viviendas contiguas iban ganando terreno. Lo primero en desaparecer
fue el lavadero y la habitación de los trastos. Cuando ya me había acostumbrado
a prescindir de ellos se esfumó el balcón. Solo permanecía la ventana al patio
de luces donde tender malamente la ropa. Poco a poco tuve que adaptarme a vivir
en una habitación, a que el sol no me despertase por las mañanas, a sentir esas
cuatro paredes compactas aproximándose…
Fue en el momento en que todos los tabiques se convertían en uno cuando
comprendí que el piso trece jamás había sido construido.
Ellos no lo
saben todavía, pero ahora soy yo la que empuja con fuerza. Pronto se enterarán
en el edificio lo que es la mala suerte.
Es una fiebre lo de la mala suerte, seguro que tú no la tienes en el concurso.
ResponderEliminarEn el concurso te mereces toda la del mundo con este relato. Me gustó mucho.
ResponderEliminarMe ha encantado. Hoy la cosa va de pisos y buhardillas, ja, ja. Un beso y mucha suerte en el concurso.
ResponderEliminarAdivín: Dicen que tenemos la suerte que deseamos... Yo con que disfrutéis del micro ya me siento afortunada :-) Un beso.
ResponderEliminarCybrghost: ¡Gracias! Me alegra que te guste. Un abrazo.
Me gusta mucho, Sara. te deseo mucha suerte.
ResponderEliminarMe ha parecido muy original la forma que has manejado la propuesta del concurso.
Besitos
Mar: Jajaja. Es verdad. Esta mañana llevo leyendo varios micros que hablan de pisos, buhardillas, desahucios y demás...
ResponderEliminarUn abrazo.
Elysa: Se me solapan los comentarios:-)
ResponderEliminarTenía ganas de implicar sutilmente a todo el edificio: la mala suerte le vuelve de tanto tratar de esquivarla.
Un abrazo.
En Pekín me enteré de que muchos edificios no existe el piso cuatro. Les da mala suerte...a los supersticiosos, que haberlos haylos en todos lados.
ResponderEliminarMe recordó a tu micro.
Un abrazo.
Ya me temía que le ocurriría algo así,sobre todo por la película habitación 1301 creo que se llamaba.
ResponderEliminarPero un placer leerlo.
Un beso^^
Más que de pisos, desde el tren hemos leído sobre construcción de todo tipo, y me ha encantado ésta en la que el piso 13 se crea a sí mismo, en venganza del olvido al que lo relegaron. Querer invisibilizarlo por dar mala suerte...ahora sí que la van a tener!!
ResponderEliminarMuy buen relato, Sara ;))
Un abrazo.
Buena vuelta de tuerca. Ayer vi en un reportaje que en China no construyen el piso número cuatro, que es como nuestro 13.
ResponderEliminarCDG: No sabía lo del piso cuatro. Nunca pensé que ese número fuera considerado de mala suerte... En todo caso, como dices, solo les afecta a los que creen en ello.
ResponderEliminarUn abrazo.
Byron: Si la peli que dices es de terror, seguro que no la vi. Luego tengo pesadillas. Ya me costó dormir anoche pensando en este cuento :-)
Un saludo.
Maquinista: Se me viene a la mente la imagen del acordeón: los del doce y del catorce aplastando al trece, y el trece luego empujando para volver a aparecer...
Dicen algunos que lo que se considera mala suerte solo son las malas acciones que regresan al que las provocó. ¿Karma?
Un abrazo.
Hola Manu. Gracias por la visita. Por vuestros comentarios ya me están entrando ganas de ver ese reportaje sobre el piso cuatro en China.
Un abrazo.
Muy buen relato, Sara...
ResponderEliminarPerdón por ser tan escueto, pero para que tanto blablablá, es un texto muy bueno y creativo.
Un beso enorme.
HD
Y me tocó ser el 13, jajaja
ResponderEliminarHumberto: Te ha tocado... :-) El trece es un buen número, como todos los demás.
ResponderEliminarUn abrazo.
Daniel: ¡Gracias! La suerte es que os haya gustado. Abrazos.
Woow que bueno!!! Espero que ganes :)
ResponderEliminarBesazos enormes
¡Anda! Se me había pasado este micro.
ResponderEliminarDa un poco de miedo, la verdad, pero está muy bien escrito.
Suerte, Sara.
Un beso.
:D Muy bueno.
ResponderEliminarSeguro que este micro va a quedar entre los primeros de ese concurso, ya lo verás.
Un abrazo
Escelente!!!!
ResponderEliminarDani: Gracias!! Un abrazo.
ResponderEliminarMJ: Es verdad que da miedo. Con lo claustrofóbica que soy... pero es solo ficción (o eso creo :-)
Ximo: Ya veremos... Gracias. Un abrazo.
Pablo: Me alegra que te guste. Besos.
Pero qué micro tan espléndido. Me ha encantado. Me recuerda a la casita diez y tres de mi calle.
ResponderEliminarEl gato que la habita tiene una expresión extraña cuando pasa el cartero por delante.
Un fuerte abrazo Sara.
Me gusta mucho la ilógica esa que hace desaparecer el piso poco a poco. Me encanta que no descubras hasta el final que es porque es el trece y que no existe. De hecho, en mi humilde opinión, yo lo habría dejado ahí el relato. Me gusta mucho, Sara.
ResponderEliminarUn abrazo.
Albada: A esas casas, por las dudas, es mejor no nombrarlas ni pasar delante de ellas :-)
ResponderEliminarMe alegra tu visita. Un abrazo.
MiguelÁngel: Sabes, no fui capaz de terminarlo ahí. Creo que la protagonista clamaba venganza jajaja.
Un abrazo.
Pues hala, que se vengue, que se vengue, que hay vecinos que se lo merecen por malajes.
ResponderEliminarEs que llega un punto en que los personajes hacen lo que quieren en el cuento. Qué se le va a hacer :-)
EliminarBesos.
Este micro engancha desde la primera frase. Suerte.
ResponderEliminarGracias Yolanda. Un abrazo.
EliminarTerrorífico, asfixiante, muy bueno ese final vengador. ¡Suerte, Sara!
ResponderEliminarAbrazos a pares.