Julius Montdevin nació en Toulouse, Francia, a
finales del siglo XV. Fue astrólogo y científico, boticario y médico de
renombre. Venerado por entusiastas de lo oculto y malquisto por los académicos
—que consideraban sus profecías una farsa—, Julius oscilaba entre el mundo de la
intuición y el de la razón. En 1512, tras publicar su último manuscrito, creó un brebaje que le permitiría vivir hasta constatar la veracidad de todos sus vaticinios. A lo largo de quinientos años fue testigo mudo de los
grandes acontecimientos de la historia, que unas veces coincidían con sus
predicciones y otras no.
Esta noche, Julius se encuentra visiblemente
desmejorado, pálido y ojeroso. Ya no le queda poción. Su última profecía, la
que alude al fin del mundo, tendrá lugar en solo unas horas. Y no puede fallar. Está en
juego la poca credibilidad que aún le queda. Por eso, ante la duda, se ha
provisto de una buena cantidad de ojivas nucleares.
Este texto participa en la iniciativa
propuesta por Acuática, del blog No me vengas con historias.
Si queréis leer más cuentos apocalípticos,
podéis hacerlo aquí.
Pues con tanta arma de destrucción masiva de ésta no salimos vivos... :S
ResponderEliminarMe ha gustado mucho Sara, mil gracias por participar :)
Hay que cuidar muy bien esas armas, que no lleguen a manos de ningún Julius :-)
EliminarGracias a ti, Acuática, por la iniciativa.
Un abrazo.
Y así el buen hombre acierta seguro. Si Nostradamus hubiera hecho lo mismo, iríamos listos. Una gran inventiva, Sara. Y reconozco que no conocía el verbo "malquistar". Eso que me llevo al fin del mundo, mira ;)
ResponderEliminar¡CADFDM leído!
Parece que se cansó de ser testigo mudo.
EliminarA mí me encantó esa palabra cuando la leí por primera vez. Y quise darle una oportunidad, pobre. Seguro las palabras raras piensan ¿por qué siempre eligen a las mismas? jaja.
Un abrazo.
Buenísimo, todo el micro me ha gustado mucho, las palabras elegidas, el toque de biografía... genial!
ResponderEliminarY el terror final, como corresponde!
un abrazo
Claro, el terror final, como corresponde al día antes del apocalipsis :-)
EliminarGracias, Anita. Un beso.
Nada como empeñarse en tener razón...
ResponderEliminarBesos atómicos
Parecía más un hombre de certezas que de intuición.
EliminarEsperemos que nunca se le ocurra a nadie ratificar así sus intuiciones.
Un abrazo.
Con los años que tiene Julius, aún no conoce el refrán "donde dije digo, digo Diego". A día de hoy, la palabra dada no importa, así que, con tal de que se desdiga, no hace falta que dispare a la diana tan chula que has dibujado.
ResponderEliminarUn beso
Pero quizás Julius, con sus quinientos años de edad, era todavía un hombre de los de antes...
EliminarUn abrazo.
Sara, espero que Julius, al que le he agarrado cariño en tan pocas líneas, pueda ver el final, pero para eso deberá seguir con el brebaje, pues el fin aún está lejano. Hasta que un demente no consiga sus propósitos, el mundo girará y girará.
ResponderEliminarFelices fiestas, un beso.
Esperemos que a Julius no le importe morir sin llevarse al mundo por delante. Estoy segura de que toda la humanidad prefiere que se equivoque en sus profecías.
EliminarUn abrazo.
Cuando algo tiene que cumplirse hay que tomar medidas :-)
ResponderEliminarLa medida de la cordura, esa es la mejor :-)
EliminarUn saludo.
Muy original, Sara. Me encantó la caracterización del personaje. Y sí, en nuestros días es mucho lo que se hace para salvaguardar la imagen y en ese mucho está incluido hacer cualquier desastre. Me corrió frío por la espalda de sólo leer "ojivas nucleares".
ResponderEliminarBeso grande, Sara!
Es aterrador pensar en la potencia destructora de esas armas.
EliminarUn abrazo, Sandra.
Como sin duda sabes, Julius ha sido encontrado muerto esta mañana del día 22. Estaba ovillado en su cama, soñando con la elaboración de una pócima para recorrer el pasado y volver a sentir la vida y lucidez de 1512.
ResponderEliminarSara, es un texto fenomenal. Hechizante. Lo he vivido con los ojos de la época en que la ciencia podía explicar bien pocas cosas. Y ha sido un viaje maravilloso.
Un fuerte abrazo y Feliz Navidad.
Yo también me lo imagino así, sin fuerzas, resignado en su derrota, dudando si apretar el botón es un acto de valentía o de cobardía.
EliminarUn abrazo, Albada. Y felices fiestas.
La mejor sensación del mundo es la de tener razón, y no me lleves la contraria.
ResponderEliminarBesos
Es verdad, Fernando. Tienes razón en que tengo toda la razón.
EliminarBesos.
Acierto o acierto. No hay lugar a error.
ResponderEliminarsaludillos navideños
Jajaja, ahora te entiendo. Lo que pasa es que este señor Julius es mucho más estudiado; el mío pobre, fíjate, él apretando un botón que ha enchufado vete a saber donde, como ha visto a veces en la tele.
ResponderEliminarMenos mal que todo esto sólo es inventado. Creo.
Un abrazo,
Este micro me ha llevado a aquello que dicen que dicen algunos periodistas sobre que la realidad no te estropee una buena noticia. Quinientos años es mucho esperar; aunque también lo entiendo. Hemos estado cerca de hacerlo nosotros mismos varias veces sin que Julius se viera obligado a tomar medidas.
ResponderEliminarBuen micro, Sara.
Un abrazo,
Fantástico. ¡Fuerte el aplauso! Ese final llega y te devora los sesos (para bien...)
ResponderEliminarMe encantó.
¡Saludos!
¡Vamos! que acierta en la profecía o acierta, aunque sea con una pequeña ayuda por su parte. Muy buena y ocurrente tu participación.
ResponderEliminarBesitos
Nada como salvaguardar el honor.
ResponderEliminarIngenioso y brillante :-)
Vamos que nos va a hacer explotar por sus...
ResponderEliminarBien contado Sara.
Besos desde el aire