Y
restos de lágrimas en las mejillas deshacen su maquillaje horadando surcos en
su rostro, debilitando aún más su frágil entereza. Porque lo de ser payaso le
viene grande, piensa él, como el traje multicolor que viste, robado del arcón
de su padre; ese hombre que ahora yace casi extinto en la cama del hospital, y
que una vez lo ayudó con risas a superar la leucemia.
¡ Qué triste ! Uno de mis seres más amados murió de leucemia aguda.
ResponderEliminarLa muerte nos realiza cuando, lejos de morir nuestra muerte, morimos con otros, por otros y para otros...
Un abrazo fuerte.
Me ha salido un microrrelato triste, lo lamento.
EliminarUn abrazo, Amigo mortal.
Qué durillo, Sara. Qué de golpe debe crecer ese niño. Buen intento. Voy a escucharlo, que hoy se me ha pasado!!!
ResponderEliminarUn abrazo.
Ha salido duro. La culpa la tiene la frase de inicio :-)
EliminarUn abrazo, Miguelángel.
Pues...muy pero que muy triste Sara. Tu payasito ya anunciaba un micro de lágrimas y la lectura lo ha acompañado de forma muy sentida.
ResponderEliminarUn beso y ¡buen despojo! ... aún no he hecho la reseña ...¡voy tardísimo! ¡qué vida!.
Es lo que tienen a veces las ilustraciones, que se anticipan al texto.
EliminarY tú siempre tienes tus reseñas a tiempo, y no sé cómo lo haces...
Besos, Laura.
¡Qué triste! Y que duro un trabajo así cuando sufres. Esta semana todos nos hemos puesto un poco tristones con estas lágrimas obligadas.
ResponderEliminarUn abrazo sin lágrimas.
Sí, Nieves, la próxima intentaré que sean lágrimas de alegría.
EliminarUn abrazo sonriente.
Es que ser payaso no es ninguna tontería. Un relato duro de dignidad agridulce.
ResponderEliminarDuro, triste y tierno a la vez, com la vida misma. Me ha gustado mucho, Las lágrimas ocultas del payaso.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Triste y conmovedor. Me gustó mucho, Sara.
ResponderEliminar¡Saludos!