El hombre se acercó al puesto de comidas. Una vieja de mirada insana revolvía constantemente su guiso. Ese olor turbio e
indefinido presagiaba un gatuperio de ingredientes, sin duda indigesto. Se
disponía a seguir su camino cuando ella, esbozando una sonrisa desdentada,
levantó el cucharón humeante ofreciéndole probar. Ante su negativa, la bruja extendió sus garras y lo introdujo en el guiso. Cucharón en
mano preparó una sonrisa. Otro joven se acercaba.
Este microrrelato ya ha sido publicado este blog hace dos años. Hoy me apetecía reeditarlo.
Caray con la bruja, cualquiera le dice que no.
ResponderEliminarMuy bueno.
Un abrazo.
Un peligro la bruja. Mejor pasar de largo por su puesto sin siquiera mirarla :-)
EliminarUn abrazo.
Fantástico...
ResponderEliminarMalísima la protagonista, desde su mirada insana, pasando por su sonrisa desdentada y terminando en sus garras (me parece verla...). Muy, muy bueno.
¡Saludos!
La clásica bruja mala de cuento.
EliminarGracias, Juanito. Un abrazo.
Muy buen micro, original y divertido...Ya ves, como se las gastaba la brujita...
ResponderEliminarSaludos :)
Puede que tuviera algún pequeño rencor hacia los hombres jajaja.
EliminarUn abrazo.
Me alegra que lo hayas reeditado, es muy bueno. Desde luego te pone en un aprieto, no hay mucho dónde elegir y al final, hagas lo que hagas, terminarás en sus garras.
ResponderEliminarAbrazos Sara.
Bueno, quizás al que se anima a probar el guiso no lo mente dentro. Aunque ¿quién se anima?
EliminarUn beso.
Muy muy bueno. Esta trama circular me encantó. Y la ilustración, como siempre, un lujazo. Gracias por volverlo a compartir porque yo no lo había leído.
ResponderEliminarBeso va, Sara.
Desde luego, el guiso va a tener sustancia.
ResponderEliminarMe encanta la ilustración. A pesar de ser una bruja-mala, es una ilustración deliciosa.
ResponderEliminarUn saludo!