Como
comprenderás, Mariela, los saltos por las cornisas pueden ser peligrosos. A veces —como
ahora— me caigo y me descalabro. El hombro dislocado me lo encajo enseguida
¿ves?, pero nada puedo hacer si se me traba la rodilla, por eso voy cojeando.
Por favor, no me dejes otra vez aquí afuera en el balcón. ¡Déjame
entrar!
Enseña la patita por debajo de la puerta, je je. Muy divertido Sara.
ResponderEliminarUn abrazo.
Le falta aullar :-) Lo que somos capaces de hacer a veces...
EliminarUn abrazo.
Hay amores que matan, dicen... otros te dejan tullido.
ResponderEliminarUn beso.
HD
Son más los amores que te dejan tullido ¿afortunadamente?
EliminarUn abrazo, Humberto.
Qué buena unión foto-dibujo. Se sufre al verla. Ay, ay... que se cae!!! Déjale entrar, Mariela.
ResponderEliminarMuy bueno, Sara.
Un besooo desde las alturas.
El pobre no tiene mucha pinta de escalador ni deportista pero, lo que se hace por amor...
EliminarUn abrazo.
Sara, mucho humor negro en este microrrelato que da a entender tanto como deja a la imaginación. ¡Vaya espero no haberme liado! Yo me entiendo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Se te entiende, Nicolás. Un poco sí y un poco no, la mejor fórmula :-)
EliminarBesos.
No vale quejarse. Sarna con gusto no pica, dice el refrán :-)
ResponderEliminarGracias por la visita, Diego.
Un saludo.
No sé si admirarle por su perseverancia o detestarle por no saber aceptar un no.
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