Eliseo trabajó hasta el día de su muerte.
Tenía setenta años y su corazón, ya débil, no le aguantó tanto trajín. Tras su
entierro decidió regresar con su mujer a casa. Eran las once de la mañana de un martes soleado, y no tenía nada que hacer. Por largo tiempo disfrutó de las rutinas que
Aurora se marcaba: la acompañó a la compra y se sorprendió del mimo con el que ella
elegía y cocinaba los alimentos. Por las tardes se relajó a su lado
compartiendo un buen libro o algún que otro programa de la tele. Disfrutó de la
jubilación como hubiese querido hacerlo en vida.
Iniciativa organizada por:
Invitación - español
ResponderEliminarSoy brasileño.
Pasei acá leendo , y visitando su blog.
También tengo un, sólo que mucho más simple.
Estoy invitando a visitarme, y si es posible seguir juntos por ellos y con ellos. Siempre me gustó escribir, exponer y compartir mis ideas con las personas, independientemente de su clase Social, Creed Religiosa, Orientación Sexual, o la Etnicidad.
A mí, lo que es nuestro interés el intercambio de ideas, y, pensamientos.
Estoy ahí en mi Simpleton espacio, esperando.
Y yo ya estoy siguiendo tu blog.
Fortaleza, la Paz, Amistad y felicidad
para ti, un abrazo desde Brasil.
www.josemariacosta.com
Gracias por la invitación.
EliminarUn saludo.
Mucho hubieron de pasar para... poder estar juntos.
ResponderEliminarAlgunos cuando se dan cuenta, se han matado a trabajar y no encuentran a nadie en casa, o no tienen quien les quiera, o...
Besos
Poder estar juntos de la mañana a la noche, compartiendo sencillos momentos de tranquilidad. Hace falta disfrutar ese momento, ganado con creces, de la jubilación.
EliminarUn abrazo, Luisa.
Sara, a pesar de lo ameno y distendido que es este microrrelato, se aprecia ese dolor y drama que es la de no poder disfrutar del descanso merecido después de toda una vida aportando. Ese es el triste destino que nos espera.
ResponderEliminarMuy bueno.
Besos.
Y cuando uno ve que por fin se acerca a la edad requerida, la suben... Dicen que aumenta la esperanza de vida, pero ¿qué es una larga vida sin esperanza?
EliminarUn abrazo.
Ella notaba, una presencia imprecisa, que amorosa, la acompañaba.
ResponderEliminarY los años que vivió, seguía acicalándose, para Eliseo,leyendo libros que él disfrutase de leer sobre su hombro, yendo a los museos que él gustaba visitar, y dando pan a los patos del estanque del parque, como siempre él quiso hacer...cuando se jubilara.
Un abrazo, Sara.
Qué bonito lo cuentas. Yo también creo que ella lo percibía. Y así se sentía menos sola.
EliminarUn abrazo, Albada.
Bueno, por lo menos un micro con final feliz.
ResponderEliminarUn saludo,
Feliz, dentro de lo que cabe...
EliminarUn abrazo.
Eres un personaje del capítulo 55 de mi novela. Otro humilde homenaje a tu maravillosa obra, Sara.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
¡Gracias! ¡Qué emoción me ha dado que me nombres!
EliminarSiempre has sido un aliciente para mí, Amigo mortal. Tus visitas desde el comienzo, tus comentarios y palabras de afecto han contribuido a que este blog siempre tire para adelante.
Un fuerte abrazo.
Qué hermosísimo, Sara. Quiero pensar que es así, como tú lo has narrado. Me ha gustado mucho. Me hace irme tan a gustito. De tu casa, eh, no de esta vida. Aún no.
ResponderEliminarUn abrazo.
La muerte, como la vida, tiene que ser bella. Como también lo debería de ser el tránsito al más allá.
EliminarUn abrazo, Miguelángel.
Cuanta gente hay hoy, que muere en vida, que sueña y que no podrá disfrutar, porque les están arrebatando todo lo que les queda.
ResponderEliminarEs muy tierno como lo cuentas, una muerte rápida, una vida eterna muy bien imaginada.
Besicos desde mi alambrada.
Tras la convocatoria de marzo de Primavera de Microrrelatos Indignados me propuse que dotaría de un poco de optimismo a mis siguientes aportaciones. Dentro del dolor y la tragedia, algo de amor y belleza; el mayor consuelo, al fin y al cabo.
EliminarGracias, Cabopá. Un beso.
Poco a poco os voy leyendo a todos :-)
Cuánto me ha gustado Sara, pero que original. Eres una artista.
ResponderEliminarBesos.
Gracias, Yolanda. Un abrazo.
EliminarUn relato quiza agridulce Sara, pero que al final deja mejor sabor de boca de lo que parece. Todo el mundo deberia disfrutar de una jubilacion merecida despues de toda una vida trabajando.
ResponderEliminarUn saludo.
Es agridulce, Sara. Toda la vida trabajando y para alcanzar esa recompensa tiene que ser en la muerte.
ResponderEliminarOriginal tu micro para la convocatoria y bello, mucho.
Besitos
Oh! Sara ... toda la vida currando para morirse sin descansar. Y menos mal que lo dejas al lado de Amparo y que le regalas una jubilación que puede disfrutar en su nueva condición.
ResponderEliminarEs muy tierno y muy original, Sara. Me gusta y me indigno por la subida de edad de las jubilaciones, y por las pensiones recortadas, y por tantas cosas ...que... buf, me voy a leer más, más y más.
Besos desde mi alambrada.
Después de tanto trabajo y tantos años llevando el pan a casa, el posterior disfrute se hace corto para muchas personas. Y cuando no se hace corto, es casi inexistente.
ResponderEliminarEs un gran relato, Sara, muy emotivo y muy reflexivo.
Interesante caso de alguien que disfrutó la jubilación ya muerto.
ResponderEliminarLo que jamás se ve es que sigan trabajando ya muertos, bueno, a veces ni vivos.
Al paso que vamos, habrá que morirse para descansar un poco.
ResponderEliminarBuen micro, Sara.
Un besp.
¿Sabes que se me ha encogido el corazón nada más en pensar que vamos siguiendo el camino de Eliseo?
ResponderEliminarEsta entrada ha sido una bofetada de realidad futura.
Besos descansados.
Muy ingenioso, Sara. Interpreto que el camino es ese, morir al jubilarse, aunque se siga por aquí vivo.
ResponderEliminarFantasmas, romanticismo, y una reflexión, en tus letras, que nos viene de perillas para todos los que somos adictos al trabajo (me incluyo...).
ResponderEliminarExcelente, como siempre.
¡Saludos!
Hola, Sara.
ResponderEliminar¡Guau! Aunque el relato es estupendo, confío en que cuando me jubile no sea así porque miedo me da. Creo que yo sería una viejita algo más mala que Eliseo.
Un beso muy grande.
Conozco (medio de rebote) a un Eliseo y me da la impresión que le haría bien leerse esta historia. Lástima que no tenga la suficiente confianza.
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