Al
agacharme a limpiar el arenero del gato —no sin esfuerzo debido a mi avanzada
edad— fui succionada hacia el interior, y mientras me precipitaba girando en un torbellino
pude ver debajo un fondo de cristal que se iba colmando de arena. Menos mal que
cuando estaba a punto de acabarse mi tiempo Micifuz me ayudó a volver, arañándome
y maullando con insistencia.
La vida secreta de los gatos. La ilustración es preciosa.
ResponderEliminarUn beso
Siempre he pensado que los gatos son animales misteriosos y reservados. ¿Quién sabe lo que esconden?
EliminarUn abrazo, Mei.
Excelente microrrelato, Sara!!!
ResponderEliminarMe encanta la ilustración pero el cuento es muy muy bueno. Chapeau!
Saludos van
Gracias, Sandra. Una alegría verte de nuevo, y tan sonriente y guapa.
EliminarUn abrazo.
Espero que hayas aprendido la lección: no te vuelvas a agachar.
ResponderEliminarMe encantó el cuentecito y el dibujo con que lo ilustras.
Besos.
Seguro que la protagonista del cuento soy yo, de anciana. Quizás en unos años cambie y me gusten los gatos jajaja.
EliminarUn abrazo, Towanda. Y una alegría verte en mi blog, gracias por la visita.
Genial. Y la ilustración, de las que más me han gustado. Adoro a los gatos. Gatos, gatos!
ResponderEliminarGracias, Alba. Yo por ahora soy de perros! perros! De niña tuve una gata que se llamaba "Gata", aunque ya vivía en el patio de la casa cuando me mudé, y allí se quedó cuando me fui. Dicen que se apegan más a los lugares que a las personas.
EliminarUn abrazo.
Por un momento me ha faltado el aire, Sara; me ahogaba en la arena. ¡Muy bueno!
ResponderEliminarUn abrazo,
Menos mal que el gato te rescató, arañándote y maullando con insistencia :-)
EliminarGracias, Pedro. Un abrazo.
Hay que cuidarse de tener esas "arenas movedizas" en casa.
ResponderEliminarUn abrazo, Diego.
Si es que digan lo que digan, nada como un gato, un perro se te habría quedado mirando. Acogotante.
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