lunes, 8 de diciembre de 2014

Lo inevitable

Zang tomó con cuidado una de las agujas de acupuntura de su padre y se la clavó a su globo azul, que llevaba días desinflándose poco a poco.
—¿Deseabas curarlo? —le preguntó su padre con ternura.
—Quería que dejara de sufrir —respondió el pequeño Zang.




5 comentarios:

  1. Tiene mucha lógica. No hay nada más triste, que un globo que ya no lo es y cada día lova siendo un poco menos.

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    1. Triste, sí. Y los niños que lo sienten todo con tanta intensidad...
      Un abrazo, Luisa.

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  2. Muy bueno, Sara. Dramático y triste, con un gran final.
    Saludos.

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