Parecía un amor descabellado. Sin embargo, al hada le encantaba la barba del duende y a él, los rizos de ella al viento. Al principio fue difícil, una cuestión de peso los separaba: El duende cargaba con sus apegos, sus saberes y sus años; estaba anclado a la tierra y a las costumbres del bosque. En cambio la joven hada vivía al instante, era tan, tan liviana que podía volar. Superaron el conflicto construyendo su casa en los árboles: él soltaba algo de lastre y subía; ella hacía planes a su lado y bajaba.
Precioso, Sara, el relato y su imagen. Tus palabras se transforman cuando están al lado de su ilustración gemela.
ResponderEliminarMe olvidé de decir "que vuelan más alto".
ResponderEliminarGracias Mirina. Es verdad que es una buena conjunción unir palabras e imágenes; "vuelan más alto", cómo tú dices, cuando están juntos. Un saludo.
ResponderEliminarQue bonito :)
ResponderEliminarMe alegro que te guste, Artistalight. Un saludo.
ResponderEliminarEste texto ya lo leí en el filandón y me gustó mucho. Y me sigue gustando cada vez que lo releo.
ResponderEliminarUn abrazo. Iria L.
Envié al filandón la ilustración junto al relato. Me alegro que te haya gustado, Iria. Le tengo mucho cariño a este pequeño cuento que surgió del "duende con alas" del dibujo.
ResponderEliminarOtro abrazo para ti.