El vendaval se lo lleva todo: paraguas, sombreros y mentes. Solo quedan cabezas vacías sobre cuerpos huérfanos de almas. Es una tormenta infernal. El cielo se desploma y caen los ángeles, maliciosos, junto a la lluvia. Entonces la ira se desata en las alturas en forma de truenos y relámpagos. La batalla parece interminable, pero pronto llega la tregua. Los cielos se despejan y sale el sol. Los ángeles se evaporan y ascienden otra vez a las nubes, aguardando hacer otra vez de las suyas.
Es genial el hombrecillo zarandeado cual pelele. Parece mirar e implorar la calma, tratando de hacerse notar, algo que siempre dió por sentado creyendose el amo del universo. Ja,ja,ja
ResponderEliminarUn saludo Sara
Buenas y variadas metáforas. Me gustó.
ResponderEliminarBesos.
Coincido contigo, Cormorán. Qué pequeños somos ante el Universo y aún así nos creemos el centro de él.
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado, Torcuato.
Un saludo a ambos.