Él solo tenía su amor para ofrecer, y eso era más de lo que esperaba recibir a cambio. Estaba dispuesto a darlo todo en ese libro, a descubrirse como solo un amor sincero puede hacerlo. Sabía que en sus palabras radicaba su poder, y pensaba plasmar en su obra tanto como su corazón dispusiese.
La luz de la vela iluminaba la pluma que proyectaba su sombra inmensa sobre el papel. Sintiéndose poseído por unos dedos de gigante, escribió sin cesar hasta agotar la tinta y el pulso de su apasionado corazón.
Afortunado
ResponderEliminarBesos, Sara.
Afortunado, el escritor.
ResponderEliminarSí, Torcuato. Es afortunado en darlo todo con pasión y amor. ¿Qué más se puede pedir?
ResponderEliminarAhora toca que alguien se lo publique, que lo autoedite o que se haga un blog. La palabra gigante suele salir a la luz a los 200 años. Me imagine a Cervantes.
ResponderEliminarAquel que hace de su pasión su forma de vida, aquel que es capaz de vivir segun siente, aquel, aquel nunca muere.
ResponderEliminarPrecioso Sara, heroes desconocidos en esta sociedad.
A base de ingenio hemos encontrado la manera de compartir nuestros escritos con los demas (blogs o revistas) pero no por ello debemos dejar de lado la pasión y de darlo todo en cada pequeño relato.
ResponderEliminarGracias Manuel y Cormorán por vuestros comentarios.
Lo conozco...
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