Esa mañana salió asfixiada por un nudo en la garganta. Regresó del trabajo, colgó el abrigo en el despertador, hundió su cabeza en la almohada y lloró. Otra jornada igual que la anterior. La rutina la despertó temprano y la sumisión arrastró sus pies. Volvió tarde a su casa. Como hacía calor, esta vez ahogó el reloj en la bañera. Ya en su cuarto, corrió las cortinas para que la luz del día no disipase su oscuro propósito de no volver a ese sitio fatigoso y hostil. A la mañana siguiente llegó tarde al trabajo.
¡Qué terrible es vivir sin ilusiones! ¿verdad?
ResponderEliminarTu microrrelato lo describe perfectamente.
Buenísimo!!
Un abrazo.
"La sumisión arrastró sus pies" ¿Hay algo más cruel? Tremendo y real relato por el que, en algun momento, solemos pasar todos.
ResponderEliminarUn saludo Sara
Es verdad, MJ. Sin ilusiones es difícil levantarse por la mañana. Como dice Cormorán, es una situación que todos pasamos alguna vez en la vida.
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios.
Abrazos.
Se respira la desesperanza en este estupendo micro.
ResponderEliminarBesos, Sara.
Sí, hay que ahogar al reloj en la bañera.
ResponderEliminarAbrazos,
PABLO GONZ
Transmites la rutina de la depresión, Sara. Me gustó. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Torcuato. Un beso.
ResponderEliminarSí, Pablo. Puede que ahogando el reloj se ahoguen también las penas, y se libere el tiempo robado.
Qué alegría tenerte por aquí, Alberto. Gracias por la visita. Un saludo.
Al final no nos queda ni un segundo pare ser lo que somos, para ir encajando las piezas de un alma que dispersa el tiempo y el trabajo...
ResponderEliminarEs verdad, Amigo mortal, hay situaciones en que sentimos que la vida se nos pierde haciendo lo que no nos gusta, y las obligaciones no nos dejan escapar.
ResponderEliminarUn saludo.