Ella se acerca al coche oscilando sobre sus tacones, mientras dudo si su falda encoge o es el taimado viento de la carretera. Su sonrisa cambia en un instante por una mueca de terror al ver mi rostro por la ventanilla. Espantada se adentra en la oscuridad del bosque. Preocupado salgo tras ella. Oye mis pasos y huye gritando despavorida. Sigo su rastro, intentando advertirle del peligro. La encuentro al borde del barranco y le reitero que no le haré daño, pero ella se precipita al huir de mí. Grito de rabia. Hundiendo mi cara deforme entre mis manos lloro mi infortunio.
Y es que estamos tan condicionados por prejuicios malsanos que pueden llegar a ser nuestros verdugos.
ResponderEliminarGenial micro, Sara.
Un beso.
Brutal!!!
ResponderEliminarMicro y dibujo: extraordinarios, Sara.
Besos
Buen micro. Esos prejuicios que nos llevan a no ver más allá y a perder la oportunidad de conocer personas interesantes.
ResponderEliminarBesos
...y aquello de que la cara es el espejo del alma...
ResponderEliminarNo puede dejar de venirme a la memoria la Historia de la Bella y la Bestia: En este caso, ella es incapaz de atisbar esa belleza interior bajo la desagradable apariencia exterior del rostro de ese hombre. Pero, en el caso de que fuera una prostituta, ¿ qué belleza interior se le puede presumir a un hombre que sólo busca sexo ? Pregunta muy difícil de responder, si se tienen esos prejuicios...
ResponderEliminarSe dice con frecuencia que nuestro verdadero rostro es el de muertos. En él todo lo que fuimos - y todo lo que quisimos y no pudimos ser - se muestra al fin al mundo, desnudo, irrevocable y ya sin amenaza de cambio. Todas las caras de muerto revelan que esa persona luchó hasta el final y que ni siquiera en el instante de su vencimiento se reconcilia con la idea de no ser. Pero, ¿ esa fue la lucha de esa mujer ? Lo que nos horroriza en los muertos es el rictus de insatisfacción que marca sus rostros y la vanidad de este rictus. Me imagino el rostro de esa mujer iluminado por la luz de la vanidad más que por el de la lucha. Tal vez responda a la pregunta que nos hemos hecho, que todo el mundo debe hacerse, quién no ha arrugado la nariz ante la fealdad , en esta sociedad en la que la apariencia física y el culto al cuerpo está por encima de todas las cosas, en esta sociedad que sólo busca resultados y los quiere ahora para morder sobre ellos con su ansia de contabilidad. ¿ Cuántas personas extraordinarias viven atormentadas por ello ? Nada como esta historia para ayudar a desdramatizar una situación que para muchas personas es terrible.
Ojalá sirva para ayudar a otras a salir de la prisión de las impresiones inquietantes que son los prejuicios y de la teorización neurótica de la belleza. A veces los abismos más insalvables son los que se abren en la más estrecha línea: Y la del prejuicio es una de ellas. Vence el que se vence y descubre que, al final, el amor más rico es aquel que se somete a los arbitrios del tiempo, pero ésta, cara amiga, es otra historia...
Un beso, Sara.
Exacto, esa es la moraleja del micro, MJ. Besos.
ResponderEliminarGracias, Patricia. Más besos.
Los prejuicios no son más que el miedo a lo desconocido, Elysa, que, como tú bien dices, no nos dejan ver más allá.
Hola Juanxxi. Muchas veces los dichos se contradicen, y no por ello dejan de ser ciertos en determinados contextos. También dicen que la belleza real está en el interior :) Un abrazo.
Hola Anónimo. El pobre pensaba que pagando tendría al menos una oportunidad de acercarse a alguien. Pero el miedo y los prejuicios no discriminan, afectan a todos por igual. Un beso.
Temática de "bellas y monstruos", con la infelicidad desde el comienzo hasta el fin. Qué pena que al típico maltratador no se le ponga una cara así para ser públicamente reconocido, pues el personaje de relato parecía ir con buena intención.
ResponderEliminarHola Luis. Desde luego no sería una historia para Disney... El final es triste, pero quería llegar al extremo para mostrar hasta dónde nos pueden llevar los prejuicios. Un saludo.
ResponderEliminar