Este microrrelato ha sido publicado hoy en La Esfera Cultural.
Corre por las calles mirando hacia atrás a cada instante. Corre atropelladamente sin reparar mucho en los obstáculos urbanos ni en los transeúntes que pasan. Corre con el ritmo propio de un corazón acelerado, aunque pareciera que la música que resuena en sus auriculares le marcara el paso. Tejados, balcones, cornisas, nada se resiste a su frenético andar. Desafía al ascensor subiendo escalones de dos en dos hasta llegar a la azotea. Allí, de repente, algo cambia. Ese pánico que lo apremia a correr se convierte en resignación cuando toma conciencia de lo que debe hacer. Como si en ello se le fuese la vida, se dirige presuroso hacia el mar. Llega a la playa exánime, pero no disminuye su ritmo hasta que se adentra en el agua. Por fin, al amparo de las olas, se detiene. Entonces la bomba adosada a su cuerpo estalla.
Una carrera desesperada con la muerte en los talones.
ResponderEliminarUn micro realmente inquietante, Sara.
Besotes.
Querida Sara: Este micro dice muchísimas cosas que se podrían decir sólo con demasiadas palabras, igual que esas ilustraciones que con las palabras no se pueden decir. En este tipo de historias, más que en otras, la fantasía se mueve más entre lo real que entre lo imaginario. Igual que el hombre de hielo se derrite, si saca de la nevera su amor, al hombre de madera no le importa el fuego, si es necesario, el héroe muere, si hace falta, por los demás...
ResponderEliminarHace tiempo leí que un niño palestino quería ser de mayor hombre-bomba-suicida para ser un héroe a los ojos de los suyos. Debería leer esta preciosa historia...
Un beso.
Para quitarse esa horrorosa idea de la cabeza...
ResponderEliminarUna carrera desesperada intentado huir de la muerte, MJ. Gracias por tus fieles comentarios. Un beso.
ResponderEliminarCuando lo escribí pensé en alguien al que le habían adosado una carga demasiado pesada para sus hombros y su conciencia, pero que estaba obligado a llevar. Ante la imposibilidad de quitársela, halla una solución en la que al menos los demás, no salen perjudicados.
Gracias también a ti, Amigo mortal, por tus comentarios. Un abrazo.
Realmente es un maratón interminable, llevas al lector con maestría por todo ese frenetico recorrido hasta ese tremendo final.
ResponderEliminarBesos
Así lo interpreté, Sara, alguien que intenta disminuir al mínimo el daño. Conmovedor, todos corremos con él.
ResponderEliminar(Por si no lo has leído, te agradecí en EURO PA LABRA tu comentario y guía, ya que fuiste vos quien me llevó hasta allí.)
Besos
Un micro basado en imágenes de mucha potencia. Me gusta también la ilustración: es inimitable.
ResponderEliminarAbrazos fuertes,
PABLO GONZ
lo del estilo de tus dibujos es genial, creo que ya reconoceríamos un trabajo tuyo en cualquier sitio. Y el micro es un símbolo de tu estilo: una carrera desaforada que sabes que detonará al final... la primera frase es el mayor acierto, ya te coloca la zanahoria delante, ese hombre no corre, huye...y nuestra natural curiosidad ya no nos deja detener la lectura hasta el final...qué bien
ResponderEliminarEn este caso, el relato se inspiró en el dibujo, realizado hace tiempo. Me lo imaginé así, en esa carrera desaforada por no perder la vida ni la dignidad.
ResponderEliminarMuchas gracias Elysa, Patricia, Pablo y Juanxxi por leerme y comentar.
Abrazos.
Quien sabe quien le puso la bomba, quizá él mismo consintió, pero quizá su otra bomba, la del corazón, decidió a última hora no estallar en medio de la gente, y prefirió hacerlo en el mar...
ResponderEliminarUn beso Sara, como siempre es un gusto leerte y contemplar tus dibujos :)
A veces no sabemos como pudimos llegar a determinada situación, pero lo importante es qué hacemos una vez que tomamos consciencia de ello.
ResponderEliminarGracias, Acapu por leerme y contemplar mis dibujos. Un beso.
Como no puedo añadir nada más a lo aquí expuesto, pensaré en que es un verdadero corredor cuya meta se encuentra en la azotéa de un edificio. La bomba adosada no dejaba de ser un mal gas interno a punto de estallar delante del público que le vitoréa. Despavorido se interna en el mar donde solo el, y algun incauto pez, sabrán de su apuro final.
ResponderEliminarMe he reído mucho, Cormorán, con tu versión de la historia. Solo faltaría titularla "A todo gas".
ResponderEliminarUn abrazo.