Hola Juanlu: Con lo de la piragua te refieres a las lluvias que hay por aquí??? Lo del estilo... pues eso, como tú bien sabes, es solo dejarse llevar... Besos.
Llegué aquí por casualidad, y casi por el mismo camino me puse a escribir este pequeño cuento. Espero que sea del agrado de tu ilustración...
Un día cayó un libro en el Reino del Color. Nadie quiso acercarse a ese objeto seco, triste y oscuro, tan diferente a todo lo que conocían. Los Habitantes del Color comenzaron a temerle, y a contar historias tenebrosas sobre su procedencia y sus fines, entonces el joven Rey del Color tomó la decisión, paradójicamente literaria, de mandar a construir un vasto laberinto a su alrededor, así nadie volvería a temerle. Quiso la suerte que el Rey llegara a tener un hijo, que se llegó a la adolescencia y a la rebeldía. Este hijo, llamado Ylber, gustaba de escaparse del Castillo Azul para dar largos paseos por las calles y los campos de color; y así una tarde llegó a la extraña construcción en el centro de la cual yacía el libro, rodeado de intrincados rojos, violetas y naranjas. Ylber, conocedor de las leyendas, se adentró con decisión, y como preso de un encantamiento halló el centro del laberinto, mas sin entender el camino. Supo imposible su regreso y aun así tomó el libro entre sus manos. En la portada la palabra “Alicia” resplandecía modestamente. Ylber leyó lo primero que encontró al abrir las páginas, no comprendía nada pero misteriosamente esas letras lo atrapaban, las palabras, una a una, se iluminaban, y el libro, pese a que exteriormente no lo demostraba, fue adquiriendo infinidad de tonos y fulgores desconocidos para el Príncipe del Color. Pronto entendió cómo debía leerse la historia, y su viaje con Alicia fue doble. Leyó y leyó, abstraído del mundo y sus colores, de las horas que pasaban, de las cálidas paredes que lo rodeaban. Cuando terminó de leer, con el corazón henchido de gozo, descubrió sobre su espalda unas hermosas alas y voló de regreso hasta el castillo azul, con el resplandeciente libro bajo el brazo.
Hola Isilme (¿puedo llamarte así?). Gracias por dejar tu cuento. Es un texto precioso, seguro que mi ilustración estará encantada de emparejarse con él. Lo he publicado en la sección "Instantáneas de la irrealidad", debajo de la cabecera del blog. Un abrazo.
Muy buena ilustración, por su belleza en sí, y por lo que me sugiere, que es mucho. Buena seña, supongo. ¿Y si las musas me llamaran, dónde te envío el texto? Saludos.
Hola CDG: Puedes enviar tu texto aquí, como comentario, o puedes enviármelo a mi e-mail (aparece a la derecha de esta página); y yo lo publico en la sección. También puedes llevarte el dibujo a tu blog y publicarlo allí. Espero que recibas la llamada de las musas :-) Un saludo.
Sus pies arrastraban los andares en las areniscas de los Montes Escarpados. Apenas miraba al cielo, no despegaba la vista de su pecho doliente, ¿alguna vez poblado? En sus andares pesados, quísose que tropezara con un volumen hojeado. Y de un vistazo aburrido pudo leer: “Abre este libro, de todo serás saciado”. Desplegó sus hojas y dos poderosas alas en su espalda brotaron. Leído cada renglón, notaba en el pecho un coscorrón. Leyó rápido y sonrió, en su pecho de nuevo afloró, su olvidado corazón.
De tus dibujos me gustan hasta los andares, Sara xD. Espero no haberlo estropeado. Un saludo.
Rublo! Qué preciosidad de cuento! Me ha encantado. Sí, es esa la magia que desprenden los libros: cuando los leemos nos crecen alas y despiertan nuestro corazón dormido. Ahora mismo lo publico. Un beso.
No puedes dar dos pasos por Venecia sin que se te aparezca una iglesia con una colección de pinturas de primera fila. Durante siglos los venecianos se dedicaron a la belleza...y a las máscaras. El otro día alguien me dijo que había notado que mis escritos son más tristes, que habían perdido la luz y la alegría de antes, que, por favor, volviera a escribir como antes. Sus palabras no me sorprendieron, porque las esperaba. Pero sí me hizo pensar mucho. Porque resulta que hace ahora semanas que me preguntaba yo si no habría llegado la hora de afrontar en mis escritos el rostro doloroso de la realidad, igual que tú, con el temor a que descocertaran o no gustasen a algunos amigos acostumbrados a temas más azucarados o irreales. Yo no puedo, naturalmente, saber, si todos los que nos leen piensan como nosotros. Pienso que no. Por eso acudo a ti siempre, una voz digna de ser analizada. Y me gustaría saber si es que es realmente triste el " tono " en que yo escribo o si lo que no gustó a mi amigo y le pareció triste es lo que en esas historias se trataba y se decía. Me temo que fuera esto último. A nadie nos gusta que nos recuerden nuestro rostro sufriente, ni siquiera para intentar iluminárnoslo... Yo prefiero acudir a mi ángel de la guarda...
El dibujo es demasiado elaborado, no puede haberlo hecho Pablo, apenas tiene seis años, ni siquiera un chico normal de esa edad podría. Te digo que sí, yo misma revisé el cuaderno esta mañana y esa página estaba en blanco. ¿En blanco?, lo mismo que todas las otras que están llenas de dibujos ¿esas también las dibujó él? Seguro que sí, a la mañana están en blanco y luego los dibujos aparecen y no hay nadie más que él y yo. Preguntémosle Marta. No seas necio, sabés que no puede hablar desde el día en que echaste a esa señora. No quiere hablar mujer, él puede hacerlo pero me la está haciendo pagar. Hace tres años que no habla, ningún niño reacciona así, algo grave tiene que haberle pasado. Pero si los médicos dicen que está bien, ¡ese niño es puro capricho!
El hecho es que desde aquel día Pablo había dejado de hablar con sus padres, pero no era por venganza, él guardaba todas sus palabritas para la adorable anciana que todas las tardes, en secreto, dibujaba para él.
El dragoncito pillín no se cortaba las uñas, odiaba las tijeras, aborrecía los cuchillos, las hachas y todo aquel utensilio que tuviera que ver con el tratar de cortárselas. Era entonces cuando corría despavorido a refugiarse entre sus libros de aventuras porque no se lo he dicho pero, Winston a parte de ser un pillín, era un dragón lector. Aprendió las letras a base de asomarse a la ventana de la escuela mientras los niños de cinco y seis años las cantuarreaban sin cesar. Luego, para recordarlas, las trataba de dibujar con sus uñas en un pequeño arenal que había delante de la cueva. Allí se pasaba horas y horas tratando de construir palabras, de memorizarlas y luego de pronunciarlas al aire en forma de bocanadas de fuego. Esa era la razón por la que no quería cortar sus uñas; eran sus bolígrafos.
Gracias Pablo!! Un cuento fantástico y muy inquietante. ¿Quién será esa anciana que cambia sus dibujos por palabras? He de decir que me ha dado un poco de miedo...
Laura: Ya estoy esperando que le hagas la disección a este espécimen alado (pero trata que no le duela :-) Un beso.
Javierete: No me extraña que el dragoncito no quisiera cortarse las uñas!! Precioso relato.
Ya están todos los micros publicados en la sección. Abrazos y gracias por participar!!
Hoy me lo voy a guardar. Tengo el firme propósito de escribir algo.
ResponderEliminarMe gusta un montón!!! Con tu permiso me lo llevo a ver si surge la inspiración.
ResponderEliminarGracias Sara y besos desde el aire
Buenas! vuelvo tras unos días de no parar, pero lo primero es lo primero necesitas piragua? jjejeje...
ResponderEliminarPrecioso dibujo, como siempre, marcando y remarcando día tras día tu estilo y tus maneras.
Un besazo!
Estupendo, Luisa. Besos.
ResponderEliminarGracias a ti, Rosa. Un beso.
Hola Juanlu: Con lo de la piragua te refieres a las lluvias que hay por aquí???
Lo del estilo... pues eso, como tú bien sabes, es solo dejarse llevar...
Besos.
Yo me la llevo, aunque soy lenta, a ver que sale.
ResponderEliminarBesitos
Llegué aquí por casualidad, y casi por el mismo camino me puse a escribir este pequeño cuento. Espero que sea del agrado de tu ilustración...
ResponderEliminarUn día cayó un libro en el Reino del Color. Nadie quiso acercarse a ese objeto seco, triste y oscuro, tan diferente a todo lo que conocían. Los Habitantes del Color comenzaron a temerle, y a contar historias tenebrosas sobre su procedencia y sus fines, entonces el joven Rey del Color tomó la decisión, paradójicamente literaria, de mandar a construir un vasto laberinto a su alrededor, así nadie volvería a temerle. Quiso la suerte que el Rey llegara a tener un hijo, que se llegó a la adolescencia y a la rebeldía. Este hijo, llamado Ylber, gustaba de escaparse del Castillo Azul para dar largos paseos por las calles y los campos de color; y así una tarde llegó a la extraña construcción en el centro de la cual yacía el libro, rodeado de intrincados rojos, violetas y naranjas. Ylber, conocedor de las leyendas, se adentró con decisión, y como preso de un encantamiento halló el centro del laberinto, mas sin entender el camino. Supo imposible su regreso y aun así tomó el libro entre sus manos. En la portada la palabra “Alicia” resplandecía modestamente. Ylber leyó lo primero que encontró al abrir las páginas, no comprendía nada pero misteriosamente esas letras lo atrapaban, las palabras, una a una, se iluminaban, y el libro, pese a que exteriormente no lo demostraba, fue adquiriendo infinidad de tonos y fulgores desconocidos para el Príncipe del Color. Pronto entendió cómo debía leerse la historia, y su viaje con Alicia fue doble. Leyó y leyó, abstraído del mundo y sus colores, de las horas que pasaban, de las cálidas paredes que lo rodeaban. Cuando terminó de leer, con el corazón henchido de gozo, descubrió sobre su espalda unas hermosas alas y voló de regreso hasta el castillo azul, con el resplandeciente libro bajo el brazo.
Tómate el tiempo que desees, Elysa. Un beso.
ResponderEliminarHola Isilme (¿puedo llamarte así?). Gracias por dejar tu cuento. Es un texto precioso, seguro que mi ilustración estará encantada de emparejarse con él. Lo he publicado en la sección "Instantáneas de la irrealidad", debajo de la cabecera del blog.
Un abrazo.
Me lo llevo, creo que tengo una historia guardada para él.
ResponderEliminarSaludos.
Muy buena ilustración, por su belleza en sí, y por lo que me sugiere, que es mucho. Buena seña, supongo.
ResponderEliminar¿Y si las musas me llamaran, dónde te envío el texto?
Saludos.
Hola CDG: Puedes enviar tu texto aquí, como comentario, o puedes enviármelo a mi e-mail (aparece a la derecha de esta página); y yo lo publico en la sección. También puedes llevarte el dibujo a tu blog y publicarlo allí.
ResponderEliminarEspero que recibas la llamada de las musas :-)
Un saludo.
Sus pies arrastraban los andares en las areniscas de los Montes Escarpados. Apenas miraba al cielo, no despegaba la vista de su pecho doliente, ¿alguna vez poblado? En sus andares pesados, quísose que tropezara con un volumen hojeado. Y de un vistazo aburrido pudo leer: “Abre este libro, de todo serás saciado”. Desplegó sus hojas y dos poderosas alas en su espalda brotaron. Leído cada renglón, notaba en el pecho un coscorrón. Leyó rápido y sonrió, en su pecho de nuevo afloró, su olvidado corazón.
ResponderEliminarDe tus dibujos me gustan hasta los andares, Sara xD. Espero no haberlo estropeado.
Un saludo.
Rublo! Qué preciosidad de cuento! Me ha encantado. Sí, es esa la magia que desprenden los libros: cuando los leemos nos crecen alas y despiertan nuestro corazón dormido.
ResponderEliminarAhora mismo lo publico. Un beso.
Hola buenas!!!! te dejo el enlace a los jardines. Espero que te guste.
ResponderEliminarSaludillos
http://www.losjardinesdepuck.blogspot.com/2011/12/final-feliz.html
Gracias, Puck. Me ha encantado! Ya lo he publicado en la sección.
ResponderEliminarUn abrazo.
Querida Sara:
ResponderEliminarNo puedes dar dos pasos por Venecia sin que se te aparezca una iglesia con una colección de pinturas de primera fila. Durante siglos los venecianos se dedicaron a la belleza...y a las máscaras.
El otro día alguien me dijo que había notado que mis escritos son más tristes, que habían perdido la luz y la alegría de antes, que, por favor, volviera a escribir como antes.
Sus palabras no me sorprendieron, porque las esperaba. Pero sí me hizo pensar mucho. Porque resulta que hace ahora semanas que me preguntaba yo si no habría llegado la hora de afrontar en mis escritos el rostro doloroso de la realidad, igual que tú, con el temor a que descocertaran o no gustasen a algunos amigos acostumbrados a temas más azucarados o irreales. Yo no puedo, naturalmente, saber, si todos los que nos leen piensan como nosotros. Pienso que no. Por eso acudo a ti siempre, una voz digna de ser analizada. Y me gustaría saber si es que es realmente triste el " tono " en que yo escribo o si lo que no gustó a mi amigo y le pareció triste es lo que en esas historias se trataba y se decía.
Me temo que fuera esto último. A nadie nos gusta que nos recuerden nuestro rostro sufriente, ni siquiera para intentar iluminárnoslo... Yo prefiero acudir a mi ángel de la guarda...
Un beso.
¡Hola, Sara! Puedes llamarme Nahuel. Gracias por darle un lugar a mi texto, me alegra verlo allí.
ResponderEliminarUn abrazo.
Amigo mortal: Te he respondido por e-mail.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Nahuel: Me gusta tu nombre!!
Un beso.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEl dibujo es demasiado elaborado, no puede haberlo hecho Pablo, apenas tiene seis años, ni siquiera un chico normal de esa edad podría. Te digo que sí, yo misma revisé el cuaderno esta mañana y esa página estaba en blanco. ¿En blanco?, lo mismo que todas las otras que están llenas de dibujos ¿esas también las dibujó él? Seguro que sí, a la mañana están en blanco y luego los dibujos aparecen y no hay nadie más que él y yo. Preguntémosle Marta. No seas necio, sabés que no puede hablar desde el día en que echaste a esa señora. No quiere hablar mujer, él puede hacerlo pero me la está haciendo pagar. Hace tres años que no habla, ningún niño reacciona así, algo grave tiene que haberle pasado. Pero si los médicos dicen que está bien, ¡ese niño es puro capricho!
ResponderEliminarEl hecho es que desde aquel día Pablo había dejado de hablar con sus padres, pero no era por venganza, él guardaba todas sus palabritas para la adorable anciana que todas las tardes, en secreto, dibujaba para él.
Gracias Sara, me lo llevo de nuevo y puede que esta vez .... me salga algo, algo tan precioso como tu bello especímen alado.
ResponderEliminarUn beso
El dragoncito pillín no se cortaba las uñas, odiaba las tijeras, aborrecía los cuchillos, las hachas y todo aquel utensilio que tuviera que ver con el tratar de cortárselas. Era entonces cuando corría despavorido a refugiarse entre sus libros de aventuras porque no se lo he dicho pero, Winston a parte de ser un pillín, era un dragón lector. Aprendió las letras a base de asomarse a la ventana de la escuela mientras los niños de cinco y seis años las cantuarreaban sin cesar. Luego, para recordarlas, las trataba de dibujar con sus uñas en un pequeño arenal que había delante de la cueva. Allí se pasaba horas y horas tratando de construir palabras, de memorizarlas y luego de pronunciarlas al aire en forma de bocanadas de fuego. Esa era la razón por la que no quería cortar sus uñas; eran sus bolígrafos.
ResponderEliminarGracias Pablo!! Un cuento fantástico y muy inquietante. ¿Quién será esa anciana que cambia sus dibujos por palabras? He de decir que me ha dado un poco de miedo...
ResponderEliminarLaura: Ya estoy esperando que le hagas la disección a este espécimen alado (pero trata que no le duela :-) Un beso.
Javierete: No me extraña que el dragoncito no quisiera cortarse las uñas!! Precioso relato.
Ya están todos los micros publicados en la sección. Abrazos y gracias por participar!!