Cuando los científicos Carlo de
Paolo y Richard Fray —víctimas de sus propias investigaciones y hoy en día considerados mártires— en su afán de acabar con los crímenes y las guerras, desarrollaron el
virus del remordimiento, nunca pensaron que provocarían una terrible ola de
suicidios a la que terminaría sucumbiendo incluso la muerte, degollada por su
propia guadaña.
Paradójico e ingenioso, Sara.
ResponderEliminarSuele suceder que los mayores hallazgos surgen cuando estamos centrados en encontrar otra cosa.
EliminarParadojas de la vida. Y de la muerte...
Un abrazo, Elisa.
¡¡Qué bueno Sara!! la paradoja de la muerte sesgando su propia existencia con el filo de una guadaña.
ResponderEliminarEnhorabuena por este micro ¡me ha gustado mucho!.
Un abrazo Sara.
Si hay alguien a quien le puede afectar el virus del remordimiento es a ella... tantas vidas se llevó consigo.
EliminarUn abrazo, Laura.
Así que ¿ahora somos inmortales? No querría.
ResponderEliminarYo tampoco, Miguelángel. Yo tampoco lo querría.
EliminarUn abrazo.
¡Muy bueno, Sara! Me gusta pensar en la posibilidades de realidad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Siempre se habla de vivir la vida. ¿Por qué no va a poder morir la muerte? :-)
EliminarGracias, Pedro. Un abrazo.
Gran final para la muerte, seguro que mejor de lo que se esperaba.
ResponderEliminarSaludos
El final de la muerte está en sus propias manos...
EliminarUn abrazo, Nel.
Buenísimo, Sara, cuánta imaginación...
ResponderEliminar¡Saludos!