Siempre se creyó desafortunado por ser distinto a los otros. Desde pequeño lo señalaban con el dedo, burlándose de su condición. Se sentía un paria entre los tréboles por tener cuatro hojas. Hasta que un día una mano cálida lo escogió entre todos los demás y, acariciándolo, le declaró: “Es una suerte haberte encontrado”.
Lo que para unos es algo extraordinario, para otros, por lo contrario, es algo reprochable. Siempre depende de como se miren y sientan las cosas. En este caso parece la mano de un niño, con la inocencia del no prejuicio, de la clarividencia y sinceridad que solo los niños tienen.
ResponderEliminarUn saludo, Sara
Una mano curiosa, inocente y libre de prejuicios, seguramente es de un niño o de un adulto con sus cualidades.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Cormorán.
Un saludo.
Por una cuestión muy egocéntrica, voto por el adulto con sus cualidades.
ResponderEliminar;-)
Perfecto.
ResponderEliminarUn beso, Sara.