Tardó en nacer. Era tan lento comiendo que se dormía antes de llenarse. Llegaba al colegio sin desayunar y con los deberes a medias. Se graduó el último, ante la mirada de liberación de sus padres. El día en que su novia lo dejó por llegar tarde a su boda, se le presentó un oscuro hombre y le dijo:
-Te propongo un trato: Te concedo el don de volver de la muerte y tú, para disfrutarlo, solo tendrás que superar el defecto de la lentitud.
Frenético y en continua tensión, luchó por darse más prisa, por hacer las cosas bien y a su tiempo. Prosperó rápidamente, logrando poder y dinero. La rigidez de su vida le llevó sin demora a su lecho de muerte. Después de tantos años conteniéndose, se relajó antes de morir. En el instante en que debía resucitar le envolvió tal parsimonia, que volvió a la vida cuando su cuerpo ya estaba enterrado y putrefacto.
Lento o rápido, hay que ser, depende para que cosas. Muy original tu cuento.
ResponderEliminarBesos, Sara, y aunque no lo diga, me encantan las ilustraciones con que decoras los textos.
¡A mí me encanta que te pases por aquí a leer mis cuentos!
ResponderEliminarUn saludo, Torcuato.
Nacemos lentos, o eso me parece. A nuestros hijos les decimos lo que nuestros padres decían...¡Date prisa que llegamos tarde!. Con el tiempo, las responsabilidades nos aceleran, nos obligan, nos desgastan rápidamente, nos llevan a una muerte prematura. Tu personaje, con su retorno a la lentitud logra vencerla, aunque su estado sea, para muchos, lamentable.
ResponderEliminar...eres una artista, Sara: eficazmente circular, contraleccionador, completo, irónico, misterioso, cercano, y con un cierre tan rotundo que no cede en su tensión hasta la última letra. Sobra decirte que me gusta?
ResponderEliminarCuento e ilustración comparten originalidad. Me han gustado mucho. Te felicito, Sara.
ResponderEliminarGracias por tu visita.
Un abrazo.
Puede que sí, Cormorán, que las prisas nos las inculcan desde que nacemos y ya no podemos parar....
ResponderEliminarMe alegro que te guste, Juanxxi. Llevo tiempo con este cuento guardado, y no sé por qué no me atrevía a publicarlo. Supongo que por ese final de miedo (me da claustrofobia...)
Gracias, MJ. A mí me han encantado tus palíndromos, en casa hemos disfrutado de tu blog. Un saludo.
¿ Cuántos hombres serían capaces de sobrellevar la fama, el poder y la riqueza sin corromperse ?
ResponderEliminarLas inercias. Equilibrio entre frenesí del mundo de consumo donde todo pasa de moda, incluido el amor y la apatía de pasar de todo. Lo demás es estar muerto en vida.
ResponderEliminarMuy original, Sara, como siempre. Felicito tu forma de mostrarnos una certeza intemporal: Siempre, siempre, mostraremos la tendencia hacia nuestra disposición natural, aunque la disfracemos con la educación y la formación adquiridas a lo largo de la vida. Saludos.
ResponderEliminarGracias por comentar. Vuestras aportaciones, sin duda, enriquecen el relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Espléndido!
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