Dulces pajaritos merodeaban
mi cabeza; me besaban con intensos picoteos en el pelo, revoloteaban sus alas
detrás de mis orejas y me susurraban trinos sibilantes asintiendo mis ideas con
un prolongado “si”. Con ese énfasis me alentaron día a día hasta que terminé de
escribir el libro –sin duda una obra maestra–; aunque, como era de esperar, he
tenido que pagar un precio. No solo me he quedado calvo, sino que ahora tengo
que aguantar a molestos cuervos criticones.
Hola Sara:
ResponderEliminarYo diría que un buen micro es más un arte que una herencia. Que es algo que hay que construir, pacientemente, laboriosamente. Un arte que hay que practicar terca y constantemente. No escribiendo cualquier cosa, porque el fruto de ese tipo de ensayos hay que conseguirlo no de cualquier forma:
¿ Con qué ? Con equilibrio interior, con paz en el alma y con inteligencia. Además de eso, si uno quiere hacer sonreír, debe ser fiel a sí mismo. Un amargado jamás sabrá sonreír como tampoco sabría provocar una sonrisa. Menos un orgulloso...
Un abrazo.
Sara, nadie dijo que escribir una obra maestra fuese fácil. Tiene su precio.
ResponderEliminarMe gusta ese final en que los críticos son cuervos.
Un abrazo.
Un precio un tanto caro, calvo y encima aguantar críticas, pero es lo que conlleva escribir un libro: alabanzas y críticas.
ResponderEliminarBesitos
Es un final estupendo. Bueno, calvo no tendrá aguantar a los cuervos pegándole tirones del pelo.
ResponderEliminarNo tengo miedo los cuervos, aún cuando serán capaces de picotear la carne desnuda de mis hijos y acepto la atención de los dulces pajaritos que nos empujan a seguir engendrando entre trino y trino, aunque no todo lo creado pueda ser obra maestra.
ResponderEliminarUn saludo Sara.
Hola Amigo mortal. El micro de hoy trae un poco de humor e ironía, que siempre vienen bien. Un beso.
ResponderEliminarNicolás: Todo tiene su precio. Escribir una "obra maestra" puede hacer perder los pelos y también la humildad.
Besos.
Elysa: Claro que sí. Aunque este personaje solo aceptaba las afirmaciones...
Alberto. Claro. No hay mal que por bien no venga :-)
Fernando: Estás en lo cierto: hay que dejar a un lado la vanidad y el ego, y saber aceptar tanto a los dulces pajaritos como a los cuervos criticones. Todos son experiencias que nos ayudan a crecer. Y hay que aprender a reírnos de nosotros mismos, a autocriticarnos y valorarnos. A aceptar, como dices, que no todas nuestras creaciones son "obras maestras".
Un abrazo.
Hola Sara, me encanta la comparación entre cuervos y críticos. A veces leo ciertas críticas en manos de personas que dicen ser entendidos y no puedo por menos que "adelantar" en mi estantería la obra tan criticada.
ResponderEliminarTienes razón en que la vanidad no es buena, pero hay quien es destructor por naturaleza, y eso tampoco es bueno.
Tu ilustración me recuerda a unas láminas que tengo por ahí del Quijote ¿te has inspirado en alguna de ellas?.
Me encanta tu micro. Tienes mucho arte en conjugar imágen y texto.
Abrazos des - demispalabras.
El vanidoso vive de lisonjas.
ResponderEliminarGran ironía sobre la vanidad, Sara.
Un abrazo.
Hola Laura: Gracias por tu comentario. Ahora que lo dices, es verdad que el dibujo tiene cierto aire a Don Quijote, aunque no era mi intención, simplemente salió así.
ResponderEliminarBesos.
MJ: Eso prentendía ser, un texto irónico sobre la vanidad.
Un abrazo.
Jeje, lo describes muy bien, las bandadas de cuervos pueden ser implacables.
ResponderEliminarTambién genial la ilustración :)
Un abrazo
Gracias, Ximo. Un saludo.
ResponderEliminar