Henry vivía en el quinto piso de un edificio antiguo, en el
centro de la ciudad. La única ventana de su lóbrego apartamento se escondía
tras la sombra de un cartel de neón, pero a él no le importaba: su alma de
vampiro le instaba a dormir de día. Y al llegar el ocaso –cuando aquellas
rutilantes luces se encendían– el joven despertaba, como una de esas ávidas
criaturas entregadas a la cerrazón. Henry salía a la calle arrastrando despacio
sus suelas gastadas hasta que su oscura silueta se diluía en el camino. Entraba
al pub y sus sentidos se desplegaban abanicando el denso aire, haciendo un
claro alrededor de la excitante mujer que todas las noches venía a buscar. Se
acercaba a ella en un crujir de nudillos y, captando su heladora mirada, se
dejaba caer a su lado exponiéndole su cuello desnudo, ansioso de sentir una vez
más esos colmillos blancos y filosos lacerándole la piel.
Creo que en cierta medida todos somos Henry, capaces de ofrecer nuestra sangre cuando alguien nos gusta
ResponderEliminarGran giro final, Sara!
Besos
Está muy bien la ambientación y la sorpresa final.
ResponderEliminarMe acabo de dar cuenta de porqué me dan miedo los relatos de vampiros, creo que sería la presa perfecta. Una adicta a los mordiscos.
Besos
¡Cómo nos engañas! Has recreado muy bien el mundo oscuro de los vampiros, el mundo de la noche. Cualquiera mostraría su cuello blanco ante el vampiro adecuado. Un beso.
ResponderEliminarExcelente ambientación para un alma de vampiro metódico que busca a una mujer de su misma condición.
ResponderEliminarNo sé si cualquiera, como dice Mar, mostraría su cuello blanco ante el vampiro adecuado, pero a mí me gusta que abanique el denso aire desplegando todos sus sentidos.
Un abrazo Sara.
Querida Sara:
ResponderEliminarEcho de menos en el callejón una luz de oro viejo...
Qué voluntad tan firme ese acabarse ella en la voluntad del otro porque sí, como instrumentos, cuerpo proscrito y hostil y amado a miedo, que se nutre de sangre...
No sabemos realmente lo que somos capaces de hacer por amor. El amor vampiriza.
ResponderEliminarGran micro, Sara.
Besos.
Muy bueno. ¿Quién no ha buscado alguna vez algún mordisco para un cuello propio y así sentirse vivo al morir un poco?
ResponderEliminarUn abrazo
Hay mujeres que buscan colmillos lacerantes en sus relaciones.
ResponderEliminarMagnífico texto.
Besos, Sara.
Se me escapó el detalle de que era a él al que mordían. Gracias a las comentaristas.
ResponderEliminarYo me he quedado inquietado por el dibujo... ¿está entrando o saliendo del puente?
ResponderEliminarHoy creo que no dormiré...
Sara, me ha sorprendido totalmente, me has dejado en fuera de juego, con ese final inesperado. Decirte que me parece un micro muy visual, cinematográfico, diría yo. Y es muy original.
ResponderEliminarEnhorabuena, me gustó mucho.
Un abrazo.
Patricia: Capaces de entregarnos completamente... sí, tal es el poder de la atracción.
ResponderEliminarAna: Para todo hay gustos... Unas veces somos la presa y otras los cazadores...
Mar: Una buena pregunta: ¿Estaríamos dispuestos a entregarnos al vampiro adecuado?
Laura: Nuestros sentidos, si se agudizan, son capaces de atravesar hasta el aire más denso...
Amigo mortal: El placer y el dolor, la vida y la muerte, la herida abierta y la entera cicatrización, todos contrarios y a la vez lo mismo, inseparables...
MJ: Por amor, por placer (tan relativo éste) somos capaces de todo!
CDG: Me ha gustado tu frase. Sentirse vivo al morir un poco por darle un poco de vida al otro.
Torcuato: El texto juega un poco a confundir quién es en realidad la presa :-)
Byron: Está saliendo (fíjate en sus pies) y camina directo hacia ti!!
Gracias, Nicolás. Es verdad que este Henry parece un personaje de película!
Abrazos fuertes para todos!!
Sara,intento volver del letargo, y tu casa es siempre un lugar de acogida. Poco queda que decir a tanto ilustre comentarista, mayoritariamente femenino. Me gusta el dibujo, esa sombra que está en ninguna parte, que va o viene, tal vez sólo transita...como la pasión, como el deseo, como la atracción, que mucho tiene de misterio, de noche oscura, de silencio insondable, de rojo pasión, de besos mordidos...no nos engañamos, tod@os buscamos nuestro vampir@ particular...
ResponderEliminarUn abrazo Sara.
Xavier. Me alegro que te sientas tan cómodo en mi casa :-)
ResponderEliminarBien describes, con tu rico lenguaje, la atmósfera del cuento. Muchas veces los vampiros no necesitan ir a buscar sangre: hay quién se ofrece voluntariamente...
Un abrazo.